miércoles, 27 de diciembre de 2017
SOBRE LAS ELECCIONES CATALANAS DEL 21-D.
Como era de
esperar se vuelve a repetir el mismo cuento después del empate técnico de estas
elecciones. Unos vuelven a repetir la necesidad del diálogo político para legitimar
el derecho a decidir sobre la independencia de Cataluña, y otros se escudan en
la Ley suprema de la Constitución que lo impide. Unos y otros quedan tan
contentos porque todos han ganado con este status quo, se aseguran largos
debates parlamentarios y en los medios, y se aseguran un trabajo fijo. ¿Y el
ciudadano de a pie, el supuesto copropietario de la soberanía popular, dónde
queda su estado del bienestar?
En una hipotética
democracia pura, los partidos políticos que representan a los pobres siempre
ganarían las elecciones, porque en toda sociedad, los pobres son más numerosos
que los ricos. Si esto no ocurre en la práctica en ningún país del mundo es
porque todas las democracias son intervenidas en mayor o menor medida. Aunque es
de sentido común que de alguna manera la democracia pura debe ser intervenida
para que ésta no se desvirtúe en demagogia, y en lugar de repartir riqueza se
reparta pobreza. Pero en España, como prototipo de país extremista en todas las
facetas, aquí somos los campeones del intervencionismo político.
La sociedad
catalana ha quedado fraccionada en dos bandos enfrentados e irreconciliables,
pero no entre izquierda y derecha, sino entre constitucionalistas e
independentistas. Empecemos por los constitucionalistas. La derecha rancia
tradicionalista, la de la reforma laboral salvaje y el saqueo de las arcas
públicas, a través de su marca blanca lidera el bando constitucionalista, ha
relegado al vagón de cola a la oposición de izquierda universalista. Su
proyecto político es, en primer lugar, salvar a la patria de los enemigos que
quieren romperla. Cuando dobleguen a los separatistas, ya hablaran de modelo de
sociedad. Por su parte, los constitucionalistas de izquierda ni comen ni dejan
comer, no se atreven a definirse por temor a perder votos, sin percibir que
están perdiendo la identidad.
En el otro
bando, el de los independentistas, es la misma tónica. La derecha rancia
catalana, la del 3% y cuentas en paraísos fiscales, lidera el movimiento
separatista sometiendo la voluntad de la oposición de izquierda con promesas de
reparto de poder cuando logren la República Catalana. Esta izquierda
nacionalista excluyente, independentista, republicana, localista, pueblerina… y
todos los calificativos antinaturales y contradictorios inimaginables, está
dispuesta a apoyar hasta el mismísimo diablo con tal de arañar cuotas de poder
y mangonear presupuestos públicos.
Sí, la
estrategia de la derecha española es la misma que la estrategia de la derecha
catalana, porque hay una sola estrategia y una sola derecha. El descontento de
los ciudadanos por los recortes salariales y sociales no debe canalizarse hacia
los partidos de izquierda y poner en peligro el Gobierno de la derecha, el
protector de las multinacionales, los verdaderos gobernantes de la economía
mundial. Con las ideologías nacionalistas se consigue que los sentimientos
desplacen al raciocinio y rompan el mayor bloque de los votantes, los “pobres”.
La manipulación de la democracia pura está asegurada.
Mientras
tanto, los partidos de izquierda españoles y catalanes viven acomodados en la
oposición, sin responsabilidad de gobierno y cobrando de las arcas públicas. Si
no fuera así alzarían la voz contra la Ley Electoral que les perjudica y
permite que todos los votos no tengan el mismo valor. Necesitamos una Ley
Electoral que garantice “un ciudadano, un voto” para que nuestra democracia sea
algo más justa y difícil de manipular. Y también para terminar con los pactos
post-electorales que desafían toda lógica política y devuelva todo el
protagonismo al ciudadano.
Fdo.:
Luis Perant Fernández
miércoles, 6 de diciembre de 2017
SE IMPONE REFORMAR NUESTRA CONSTITUCIÓN.
En
el siglo XIX, las Revoluciones Liberales destruyeron el Sistema Estamental de
privilegios del Antiguo Régimen en muchos países europeos. En España, este proceso
revolucionario fue incompleto. Aristocracia y Clero siempre supieron hacerse
con la situación, unas veces sobornando Monarcas y Liberales y otras apelando
al Ejército. A la inversa de lo que ocurría en Europa, los liberales españoles
no supieron impulsar la Revolución Industrial y modernizar las Instituciones del
Estado. Ese período de la Historia de España moldeó todas las clases sociales
acentuando su radicalidad, y sus secuelas perduraron durante toda la dictadura
franquista. Inevitablemente, los intereses de las clases dominantes tradicionalistas
aparecieron en la Constitución de 1978 con la división territorial política
autonómica. Esto hace que el actual Sistema Político Español sea diferente de los
sistemas de nuestros socios europeos porque aquí la Revolución Liberal-Industrial
fue incompleta.
En
la última sesión de las Cortes Franquistas, en la que éstas se autodestruyen
para dejar paso al Sistema Democrático, el tema de discusión no era aprobar la
disolución. Se discutía el Sistema Electoral y la división territorial de la
futura España democrática. Los poderes tradicionales, obligados por el FMI
tenían que aceptar el cambio, incluyendo la legalización de todos los partidos
políticos. Por tanto, se discutía sobre el modelo del nuevo Sistema Político y
su Sistema Electoral para seguir controlando los negocios del Estado. En un
sistema electoral “mayoritario”, casi siempre dos partidos importantes se turnan
en el poder, y un tercero suele ser el partido “bisagra”. Pues bien, los
tradicionalistas no podían tolerar que el tercer partido fuese el comunista,
porque la mayoría parlamentaria siempre sería progresista. Ese puesto debía
ocuparlo los partidos nacionalistas periféricos que por tradición e ideología
son de derechas. Esto se consigue fácilmente con el Sistema Electoral
“proporcional” que da entrada a los pequeños partidos locales. Para que los nacionalistas
tengan realmente poder, y puedan contrarrestar un supuesto Poder central de
izquierdas, tienen que ejercerlo y para ello se crea un sistema a la medida, el
autonómico, con su Gobierno y su Parlamento y sin dependencia jerárquica del
Gobierno Central. Si refrescamos la memoria, recordaremos que el Sistema Autonómico
fue impulsado desde arriba, y tampoco faltan los ejemplos prácticos de pactos
post-electorales que desafían toda lógica política.
Como
en este mundo nada es perfecto, aparecieron los fallos. Aparecen nuevos
políticos, “los progres”, que ven un negocio con el Nacionalismo de izquierdas.
Además, los comunistas acomplejados por la Dictadura Soviética caen de lleno en
la trampa y colaboran con estos movimientos locales para picotear parcelas de
poder. Esto es atípico, puesto que la ideología de izquierdas es universalista
y el Nacionalismo es localista y tradicionalmente de derechas. Estos nacionalistas
que se dicen de izquierdas son estafadores, alimentan un mito étnico
tergiversando la historia. Se apoyan en unos “Fueros” del pueblo que les fueron
arrebatados, cuando en realidad esos fueros eran por y para los estamentos
privilegiados. El pueblo, en el Antiguo Régimen, sólo tenía el derecho a
trabajar y callar.
Lo
que en un principio era un negocio, el de acaparar poder, se ha degenerado en exigencias
de independencia. La descentralización política del Estado ha permitido
transferir ese poder delegado al poder económico local. Las élites locales funden
nacionalismo cultural con nacionalismo político para alistar un ejército de abducidos
a la causa nacionalista para mangonear las cuentas públicas. Don dinero autoalimenta
y engorda cualquier grupo organizado. Mientras que nuestros socios europeos
invierten en tecnología, en España estamos invirtiendo en nacionalismos
excluyentes rancios.
La
hipotética desaparición del Estado Español sólo debería producirse en un
proceso de integración hacia adelante, es decir, con la culminación de la Unión
Europea como Estado, nunca hacia atrás con la independencia de las actuales
Autonomías. Con la Ley Electoral “mayoritaria” quedarían tres o cuatro partidos
políticos con vocación y programa de gobierno para toda España, y con una descentralización
administrativa los conflictos de competencia desaparecerían. El debate República
o Monarquía es compatible con este planteamiento. Seguramente los nacionalistas
tacharían este sistema de dictadura, y tendrían razón. Es la dictadura de la
mayoría, la perfecta definición de la Democracia, el menos malo de los
sistemas, porque garantiza igualdad de derechos y deberes para “todos los
ciudadanos del Estado” y periódicamente “todos los ciudadanos del Estado” deciden
en las urnas.
Sí,
después de 39 años la Constitución Española de 1978 necesita despojarse
urgentemente de los residuos del Antiguo Régimen para adaptarla a los retos de
este siglo XXI. Estos retos no son otros que la creación del Estado Europeo con
su propia Constitución, la única garantía de no repetir los 100 millones de
muertos de las dos Guerras Mundiales del siglo XX provocadas por los nacionalismos.
Fdo.:
Luis Perant Fernández
martes, 17 de octubre de 2017
EXTREMISMOS Y TOLERANCIA.
¡Qué desgraciados somos los
españoles! Por una parte tenemos a los progres-nacionalistas-independentistas,
y por el otro lado tenemos a los extremistas-fachas-tradicionalistas. ¿Es que
no quedan ciudadanos a secas? Si sumamos desde los corruptos de guante blanco
hasta los ciudadanos de a pie que se enorgullecen de pagar sin IVA, tal vez
queden pocos españoles que cumplan las leyes.
El comportamiento extremista de los
españoles, y materializado en la Guerra Civil de 1936, podría tener una
explicación. En Europa hubo guerras de religión, que se extendieron
prácticamente a lo largo de los siglos XVI y XVII, y que dejaron millones de
muertos. Este desastre humanitario y demográfico cambió el comportamiento de
los europeos: la tolerancia religiosa invadió todas las mentes, guió y
transformó los comportamientos de los reinos y sus súbditos. La tolerancia surgida
de las guerras de religión fue la precursora del Estado Liberal.
En Europa también se produjeron dos
Guerras Mundiales en el siglo XX que dejaron 100 millones de muertos. Estas dos
guerras fueron frutos de las políticas colonialistas de las potencias
dominantes para adueñarse de las materias primas mundiales, que necesitaban las
industrias de la nueva clase liberal. Se formaron dos bandos irreconciliables con
los mismos intereses y las mismas pretensiones. Estaba en juego la supremacía
mundial, ser el dueño de las riquezas mundiales. Tanto estaba en disputa que los
dos bandos optaron por la “guerra total”, es decir implicar a toda la
población. Esta estrategia sólo podía llevarse a cabo preparando previamente a
toda la población. Se puso en práctica la ideología nacionalista creada por la
Ilustración y expandida en toda Europa por las tropas napoleónicas. Las armas
en manos de los soldados adoctrinados y de las masas nacionalistas embrutecidas
hicieron el resto. De estas dos guerras también se aprendió: fueron las precursoras
del Estado Democrático y de las Organizaciones Supranacionales, precisamente
para terminar con los nacionalismos.
Por suerte, por fortuna o por otras
razones políticas, los españoles no conocimos los horrores de las guerras de
religión, ni de las dos guerras mundiales. Sin embargo, este aislamiento nos ha
dejado secuelas, sentó cátedra en nuestra mentalidad, somos más radicales. Los
españoles no somos, o somos menos tolerantes que nuestros socios europeos. Este
hándicap nos perjudica dentro de la Unión Europea a la hora de formar
coaliciones para defender o proponer políticas concretas, donde se necesita
talante negociador, diplomático y tolerante. Pero también nos perjudica en las
relaciones diarias entre ciudadanos de las distintas autonomías.
Como los españoles no participamos
en las dos Guerra Mundiales, pues tampoco hemos escarmentados de los
nacionalismos. Y nuestros políticos siguen tan alegremente utilizando el instrumento
político nacionalista tan peligroso para la convivencia y la paz social, pero
tan rentable para conseguir votos. Ningún político español valora, o sabe
porque nunca lo pregona, cómo empezó la Unión Europea. El Mercado Común Europeo
nació después de la II Guerra Mundial precisamente para crear un espacio común
europeo alejado de los nacionalismos políticos para no repetir los 100 millones
de muertos.
Algunos podrían decir que sí tuvimos
muchos muertos en nuestra Guerra Civil, y que sí valoramos la tolerancia y la
democracia. Pues no, esa herida se ha cerrado en falso y costará mucho tiempo
en cicatrizar. Desgraciadamente no sirve de ejemplo porque el odio entre
españoles sigue latente. Tal vez para pasar página, esa parte de la Historia reciente
de España debería darse en la enseñanza pública sin tapujos ni complejos, se
debe decir quiénes fueron los constitucionalistas y quiénes los golpistas.
También se ha de enseñar quiénes fueron los extremistas y los intolerantes
antes del 36, durante la guerra y después del 39.
Fdo.:
Luis Perant Fernández
martes, 26 de septiembre de 2017
TÍTULO DE PROPIEDAD DE LA REPÚBLICA CATALANA.
Si resulta que votar
es democracia, los trabajadores, desempleados y jubilados de Alicante, Badajoz
o Girona podrían defender sus intereses votando. Ya que son los más numerosos y
más pobres de España, pues que hagan referéndums para garantizar un reparto más
justo de la riqueza, un trabajo digno, un salario digno, unas pensiones dignas,
cero recortes en sanidad y educación, cero recortes en ayudas para discapacitados
y dependientes… “No piden robar riquezas, ni privilegios, sino votar, ejercer el
derecho a decidir”. Claro que estos referéndums serían difíciles de llevar a
cabo ya que no son rentables para el capital constitucionalista, ni para el capital
nacionalista.
Este razonamiento puede
parecer una broma infantil para algunos, aunque para los ciudadanos desfavorecidos
seguro que no lo es. Pues sigamos con algo más tangible, porque el desafío de
los independentistas a la Constitución es preocupante, aunque aseguren que son
pacifistas. Nadie sabe cómo terminará el pulso entre la Generalitat catalana y
el Estado español, pero es que nadie sabe tampoco cómo empezó. Hay versiones
para todos los gustos. Y como mi defecto es opinar, pues ahí va mi punto de
vista.
Está comprobado
estadísticamente que la franja de individuos entre 35 y 40 años es la que más se
implica y participa en los asuntos sindicales, políticos, públicos y
asociativos de todo tipo. ¿Y cuándo empezaron las competencias catalanas en
Educación? Pues hagan ustedes mismos los cálculos y verán cómo las cuentas
cuadran. Tampoco hay que ser muy espabilado para darse cuenta que la balanza se
inclina del lado independentista cada año un poco más con nuevas hornadas de
estudiantes. El problema no radica tanto en el traspaso de competencias
educativas u otras, sino en el uso que se hace de ellas. Cuando a un niño lo educas
desde pequeño diciéndole que los malos son los castellanos que le arrebataron
sus fueros, pues ese niño al hacerse mayor relaciona todas sus frustraciones y
carencias con aquellos malvados. El Estado de esta España democrática no ha
sabido enseñar a sus estudiantes que en el Antiguo Régimen no existía el
ciudadano tal como es hoy día, que aquel individuo era un súbdito, casi
esclavo, que sólo tenía derecho a callar, obedecer y trabajar para el amo. El
Estado occidental de derecho y democrático tal como lo conocemos hoy empezó con
la Revolución Francesa hace poco más de 200 años y se fue perfeccionando a lo
largo de los siglos XIX y XX. Y en España, salvo el corto paréntesis
republicano y algún que otro periodo menor en el S.XIX, ese modelo de Estado democrático
sólo llegó con la Constitución de 1978. Por tanto, los españoles de 2018 no somos
culpables de los aciertos, errores u horrores de la época romana, visigoda,
musulmana, medieval, imperial o franquista. Aunque sí somos el resultado de
todas ellas.
La mayoría de las
fuerzas políticas cree que la única salida pacífica a este movimiento
independentista es el camino
del diálogo y la negociación entre todas las partes hasta llegar a una reforma
constitucional pactada. Ahora bien, hay que recordar a todos los posibles y
futuros negociadores el artículo 1.2 de la Constitución Española que dice: “La
soberanía nacional reside en el pueblo español, del que emanan los poderes del
Estado”. Por tanto, el ciudadano de a pie de Alicante, Badajoz o Girona es copropietario
de la soberanía nacional, su título de propiedad es la Constitución y sin su
consentimiento no puede haber reforma constitucional.
Lo mismo que me niego a que unos
autodenominados “independentistas democráticos” me quieran robar parte de mi
país legitimándose en una “supuesta herencia de un título de propiedad de un
bando del estamento privilegiado de la nobleza del año 1714 (¿?)”, también me
niego a que los representantes políticos actuales de la soberanía nacional
pacten una reforma constitucional sin someterla al voto de la soberanía nacional,
es decir de todos los españoles. Por cierto, ya que destapamos el corcho de la
reforma constitucional, que no se quede en un lavado de cara para contentar a
la burguesía catalana, sino que sea una reforma integral que aporte soluciones
a los problemas de los ciudadanos de Alicante, Badajoz, Girona… y todos los
demás ciudadanos españoles.
Fdo.:
Luis Perant Fernández
viernes, 15 de septiembre de 2017
POLÍTICA METAFÍSICA.
En la Antigüedad, los griegos decían
que la PHYSIS, o naturaleza, es la
porción del mundo que podemos captar con nuestros cinco sentidos, pero que
existe otra parte infinita de la realidad que los hombres son incapaces de
percibir. A esos fenómenos invisibles para el ser humano, pero que ellos aseguraban
su existencia, les llamaron NOÚMENOS,
en oposición a los FENÓMENOS que sí
podemos ver o sentir. Es lo que el filósofo Immanuel Kant denominó:
“conocimiento racional puro” en oposición al “conocimiento sensible”.
Ese ejercicio de abstracción de los griegos
antiguos fue el punto de partida primordial y esencial para el inicio de las
Ciencias Naturales y Sociales, y su posterior desarrollo tal como las conocemos
hoy día. Asegurar la existencia de los noúmenos alentó investigar lo que no se
ve, pero que la razón insiste en su presencia, por ejemplo: las matemáticas, la
teoría atomista de Demócrito, el magnetismo, las ondas electromagnéticas, la
electricidad, la electrónica, la fisión y fusión nucleares, la biología celular
y molecular, la informática, la telefonía móvil…
En CIENCIA POLÍTICA es difícil distinguir entre conocimiento sensible
y conocimiento racional puro, pero aún más entre Ciencia y Política. Y no
tanto por la Ciencia y la Política, sino por los inmejorables actores-intérpretes
sociales. En toda sociedad, lugar y época, la CLASE DOMINANTE perpetúa su poder y su supremacía económica monopolizando,
administrando y adjudicando el vasto espectro de ideologías políticas y
religiosas; su CLASE POLÍTICA cumple
los objetivos y legitima su alto estatus social disfrazando esas ideologías clasistas
y negocios elitistas en Ciencia Política; y su CLASE RELIGIOSA, dirigente de todos los cultos, justifica y rentabiliza
su trabajo cuando sus fieles llegan a confundir fe con razón y teología con Ciencia,
la de los noúmenos, la que no se ve, y precisamente por ello cada cual puede especular
y asegurar cualquier existencia. Al igual que en física la energía no se
destruye sino que se transforma, en política, el PODER no se arrebata y se destruye, sino que se autoalimenta y se auto
transforma para sobrevivir a cualquier alteración, y rara vez cambia de manos.
¿Y cuál es la moraleja de esta
historia, si es que la tiene? Pues la mía, me la callaré. En POLÍTICA no dejes que otros te regalen
todos los ingredientes cocinados y masticados, porque en esta sociedad política
nada es gratuito, todo tiene un precio para el administrado y un beneficio para
el administrador. Pero como los conocimientos no son innatos ni privativos,
puesto que cada uno los aprende en un proceso interminable de formación y los
aprehende a lo largo de toda una vida, pues nadie está en posesión de la verdad
absoluta, ni de la visible, ni de la razonada. Piensa por ti, pero con
conocimiento racional puro instruido, luego existirás.
Fdo.: Luis Perant Fernández
miércoles, 30 de agosto de 2017
A MÁS INDEPENDENTISMO, MÁS CONSTITUCIÓN.
Por lógica racional, la descentralización administrativa del Estado es más eficiente que el estado centralizado en la asignación de los recursos públicos. Esta descentralización acerca la administración a las necesidades del ciudadano, es más receptiva a sus propuestas y demandas, pero sobre todo permite la participación de los ciudadanos y agiliza las decisiones. La descentralización administrativa se lleva a cabo y se desarrolla transfiriendo competencias estatales, otorgando poder normativo y asignando recursos a los administrados, quienes conocen mejor que nadie las necesidades locales. El poder central se limita al reparto equitativo de los recursos nacionales y a controlar su asignación y buen uso en las competencias transferidas. De ningún modo se puede tachar la descentralización administrativa de dictadura del centro sobre la periferia, ya que cada cuatro años la soberanía ciudadana decide democráticamente en las urnas las políticas públicas que deben aplicarse a todos. Todos los ciudadanos y todos los partidos políticos tienen el derecho y el deber de participar en el sistema político democrático.
Sin embargo,
en España se ha impuesto la descentralización política del Estado. Esta
descentralización reparte el poder político central entre varios niveles de
toma de decisiones, difumina la responsabilidad de quienes toman tales
decisiones. El ciudadano agraviado no sabrá nunca el último responsable de sus
desgracias. Además, como cada nivel político tiene su Parlamento para legislar
sus leyes, los ciudadanos del Estado dejan de tener los mismos servicios
públicos, los mismos derechos y mismas obligaciones, fundamento principal de
toda Constitución democrática. En lugar de unirse, colaborar o competir para
mejorar sus vidas, los ciudadanos pelean entre ellos para defender los intereses
territoriales difusos, y no los suyos, los de sus clases sociales. Y en nuestra
economía de suma cero esto equivale a despojar a unos para beneficiar a otros.
Los grupos y territorios mejor organizados siempre conseguirán la mayor parte del
PIB en detrimento de los más desorganizados o débiles. Por regla general, los núcleos
más fuertes no son los más numerosos, ni siquiera siempre los más adinerados,
sino los más acaparadores de poder político.
¿Por qué la
Constitución Española de 1978 recoge la descentralización política y no la
administrativa? ¿A quién beneficia? En toda decisión política siempre hay
ganadores y perdedores. Esta decisión estudiada y premeditada benefició a la
derecha tradicionalista porque la mayoría de españoles es de izquierdas y en
todas las elecciones democráticas siempre habría ganado la izquierda. Pero como
los poderes tradicionales dominan desde siempre los negocios, tanto del centro
como de la periferia del Estado, y conocen a la perfección el caciquismo,
disponen de los dos instrumentos infalibles para que una minoría gobierne a la
mayoría en un sistema democrático. La ideología nacionalista y la
descentralización política conformaron la hoja de ruta de las clases sociales
dominantes en la dictadura franquista para seguir dirigiendo la política y la
economía en la nueva etapa de la España democrática.
Para mantener
tal dominio, la derecha tradicionalista ha fomentado, promocionado y primado la
manipulación y desarrollo de las culturas locales para crear odio en la ciudadanía
y terminar para siempre con la hipotética unión de las izquierdas. La
colaboración de la nueva y atípica izquierda nacionalista ha sido fundamental
en este proceso, ha sido el brazo ejecutor a cambio de picotear parcelas de
poder. Estos nacionalistas de izquierdas se creen los artífices de la nueva
España plurinacional, cuando en realidad son los nuevos jornaleros de estos
nuevos caciques, de esta nueva España multinacional. Pero lo que en principio
era un negocio político, el de acaparar poder para dirigir la economía, se ha
escapado de las manos a los poderes tradicionales centrales y periféricos, y se
ha transformado en un peligro para la convivencia y democracia. La
descentralización política del Estado se ha convertido, para unos en cortijos
privados de negocios cuasi mafiosos, y para otros, los “sans-culottes”, en refugios
de supervivencia económica y privilegios públicos. Este afán de negocio insaciable
ha desembocado en amenazas de independencia, precisamente para arrebatar todo
el poder. El peligro es real para la convivencia pacífica y democrática. Si
refrescamos la memoria, recordaremos que el sistema autonómico, con su
descentralización política a desarrollar a gusto de cada territorio, fue
inventado y aplicado desde arriba.
Sí, la
Constitución Española de 1978 necesita urgentemente una reforma en profundidad,
empezando por Monarquía o República, y siguiendo por descentralización política
o descentralización administrativa. Éstas son las claves para conseguir una
España democrática y social diferente, de todos y para todos, menos feudal y
más europea, menos nacionalista y más universalista.
miércoles, 16 de agosto de 2017
CULTURA, PODEROSO INSTRUMENTO DE GOBIERNO.
Tus conocimientos y tus vivencias se adquieren, y por tanto, dependen de ti, de tus circunstancias y de la socialización que hayas recibido del sistema educativo vigente. Sin embargo, tu cultura te viene dada porque se transmite de padres a hijos.
Por
desgracia, el mal gobernante confunde socialización con cultura, y altera la
cultura para beneficio “del bien nacional” o “del interés general”, y que por
norma coincide con los intereses de las clases gobernantes. El mal gobernante es
experto en dirigir el destino de la sociedad cambiando sus necesidades,
gustos, preferencias, costumbres, ideas, y hasta su Historia y lengua, para que
se ajusten a los intereses y negocios de la clase dominante. De ahí, las malas
artes y sobornos de los grupos de presión para imponer sus modelos
educativos y culturales al gobierno de turno, pero también los chantajes en
gobiernos de coalición por dirigir la cultura y la educación. La ideología
nacionalista está hecha a la medida para obtener la aprobación de la ciudadanía
en la manipulación de la cultura.
Los
peones de estas clases dominantes, que podríamos llamar mercenarios de los
grupos de poder, son actores y comediantes insuperables en el arte de la
representación e interpretación, maestros en manejar la opinión pública para hacer
confundir progreso con consumo, éxito personal con interés económico
gremial, cultura local con superioridad intelectual, y magos en transformar
toda esa cultura cocinada en instrumento político. Con ese bagaje pseudointelectual,
pseudocultural y pseudonacionalista transmitido a la sociedad, ciertos lobbies acaparan
los partidos políticos y las Instituciones del Estado para hacer de lo
público su negocio gremial y privado.
Para
conseguir sus fines, los sofistas mercenarios son expertos en dirigir la
opinión pública acaparando los medios de comunicación y creando Fundaciones, ongs
y laboratorios de ideas. A la par, para estar cerca del poder, la oligarquía
contribuye con sus recursos comprando voluntades en las administraciones
públicas y colocando colaboradores en las empresas públicas, sindicatos
obreros, organizaciones empresariales y principalmente, en todos los partidos
políticos. Con todo el terreno abonado, los pesos pesados de estos holdings
culminan su negocio ejerciendo de lobby ante los tres Poderes del Estado para influir,
recomendar o dirigir la toma de decisiones ejecutivas, legislativas y
judiciales, y, distribuir, asignar o mangonear los Presupuestos Generales del
Estado.
El
ciudadano raso es siempre el perdedor en este juego político-cultural, porque
no crece como ciudadano por acumulación de la experiencia, sino por
reacción a los acontecimientos políticos negativos o positivos, espontáneos o
provocados. En política, lo positivo y negativo son sentimientos
relativos, subjetivos, interesados y temporales. Y en todo Sistema Político
esos sentimientos son casi siempre provocados, inculcados, delimitados,
cuantificados, tutelados y administrados por el poder establecido.
El
ciudadano beneficiado por lo positivo del Sistema Político será adepto al
sistema y el sufridor de lo negativo del mismo Sistema Político será
inconformista o anti sistema. Más allá de 6 meses, la memoria política falla en
la gran mayoría de los votantes, y, lo negativo se puede manipular y
transformar en positivo, y viceversa también. El sistema político,
principalmente el democrático, siempre busca su supervivencia asegurándose el
apoyo mayoritario de los ciudadanos en todas las circunstancias, unas veces
cubriendo las necesidades de éstos, otras muchas, generando los deseos de lo
que el sistema puede ofrecer o quiere imponer, y otras, administrando el miedo
a lo desconocido o a lo diferente. El ciudadano, que reacciona en la dirección
deseada a todos estos estímulos del sistema, está adecuadamente culturalizado.
El
devenir es imparable e impredecible, pero siempre, hasta el último de
nuestros pensamientos y movimientos estará limitado, fomentado o promocionado
por el Sistema Político en el que vives a través de su proceso de socialización
y culturalización. Esta tutela será positiva o negativa en función del buen o mal
gobierno. Si el gobierno del mal gobernante se prolonga en el tiempo, producirá
daños irreparables en la cultura, formación, socialización y futuro de los
ciudadanos, y terminará por dejar secuelas psicológicas en una o varias generaciones.
De ahí la importancia de fomentar la cultura política democrática en el sistema
educativo para generalizar la participación ciudadana en los asuntos públicos y
no caer en la trampa del mal gobernante, y también, para inculcar la imperiosa
obligación de los ciudadanos de votar siempre en todos los procesas electorales,
precisamente para liberarse del mal gobernante. Pretensiones difíciles de
llevar a cabo, ya que las clases dominantes se reservan el monopolio de la
enseñanza y el derecho a manipular la cultura para seguir gobernando.
Fdo.: Luis Perant Fernández
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