En nuestro sistema político, todas las
clases sociales se organizan para influir y conseguir el control, la gestión y el
gobierno del Estado, a través de los partidos políticos. También se dice que la
clase media es la que más contribuye con sus impuestos directos al mantenimiento
del Estado de Derecho, Democrático y del Bienestar, y que sin clase media, el
Estado que conocemos no existiría. Pues bien, si la actual clase media está
viendo disminuir sus ingresos, su poder económico y político sobre el Estado
también está disminuyendo.
Desde la aparición
del Estado liberal occidental, una de las principales funciones de éste ha sido
regular el mercado para que todos los ciudadanos puedan vender sus bienes,
trabajo y capital, y comprar todas sus necesidades. El gobierno ideal consistía
en equilibrar el mercado, es decir, que no hubiese sobrante ni escasez de producción
y trabajo, y que hubiese suficiente ahorro para financiar los proyectos presentes
y futuros en infraestructuras, industrialización y servicios públicos. Pero con
la globalización de la producción y economía, todo se ha trastornado, el mercado
ya no es nacional, también es global.
La mayor parte
de la producción industrial y del capital vienen de fuera. Las multinacionales
de la producción y del capital han comprado los negocios nacionales y son las que
distribuyen sus productos y servicios en los mercados nacionales. Por supuesto
que el desequilibrio de los mercados nacionales no les importa en absoluto, puesto
que su único interés es rentabilizar sus inversiones e incrementar sus beneficios.
Los negocios tradicionales de la pequeña burguesía local y de los
profesionales independientes han sido devorados poco a poco por las empresas y franquicias
globalizadas. La clase media contribuye menos al sustento del Estado, y por
tanto su poder político sobre éste también es menor.
Esta nueva
economía global obliga al Estado a reinventarse. La financiación del Estado
está a cargo de las multinacionales financieras, con total protagonismo en la
Unión Europea, y con sucursales en los paraísos fiscales. El trabajo y el capital
de los mercados nacionales ya no son bienes preciados. La clase media ya no
es imprescindible para alimentar y financiar al Estado. Priman los
impuestos indirectos al consumo (IVA). Sólo se necesitan consumidores compulsivos
que gasten hasta el último céntimo, pero a una velocidad frenética, para que una
misma masa de dinero sirva para multitudes de intercambios. A mayor velocidad
de circulación del dinero, mayor ingreso para los productores globalizados, pero
también mayor ingreso para los Estados. Los puestos de trabajo destruidos y los
negocios tradicionales desaparecidos sólo se pueden mitigar fomentando el
autoempleo y ensalzando a los emprendedores en el sector servicios. Los
beneficios empresariales se exportan y sólo quedan puestos de trabajo basura.
Esta colosal transformación
se ha producido a los ojos de todas las clases sociales, pero ninguna ha
reaccionado. La clase trabajadora está dispersa y desorganizada porque los
centros de trabajo son cada vez más pequeños y escasos. La clase media tradicional
de derechas, formada por los profesionales independientes y la burguesía de los
negocios locales, ha sido engañada por sus partidos políticos de derechas. Esta
derecha no para de lanzar siempre el mismo mensaje: “los culpables del empobrecimiento
económico de la clase media son los gobiernos radicales, comunistas y bolivarianos”.
La clase media está abandonada a su suerte, crece con los nuevos autónomos pero
al disminuir su volumen de negocio, disminuye su poder económico y político.
En realidad, la
clase alta española, y de Occidente en general, ha externalizado la producción,
ha vendido y desregulado los mercados nacionales en beneficio de las multinacionales,
e invierte su capital en la economía globalizada. La clase alta seguirá financiando
sus partidos políticos de derechas para aglutinar el voto de la tradicional clase
media y para captar los votos de la clase trabajadora empobrecida y descontenta.
El objetivo es recuperar el Gobierno de España para que el Grupo Popular
Europeo mantenga y fortalezca el gobierno en las Instituciones de la Unión
Europea, que son las que imponen las actuales políticas económicas neoliberales
a todos los Estados miembros.
Fdo.: Luis Perant Fernández