viernes, 22 de junio de 2018
LIMITACIONES A LA PARTICIPACIÓN CIUDADANA.
Cuando alcanzas una cierta edad,
miras hacia atrás y te da vértigo, casi miedo al recordar los obstáculos que
has tenido que superar en tu recorrido por este mundo. Ahora con la madurez
comprendes tantas cosas. No es que antes no las entendieses, es que ni las
veías. Creías que te sobraba tiempo para comerte el mundo. No eras materialista
porque confiabas en tus fuerzas eternas para vencer cualquier obstáculo. Ya
tendrías tiempo para triunfar por méritos propios y sin explotar a tus
semejantes. Estabas seguro de tu fuerza física y mental. Pertenecías a la nueva
generación, a tu generación, que respetaba a los mayores pero despreciaba su
experiencia. Los viejos eran de otra época atrasada que no sabían nada de la
modernidad. ¡Cuánta ignorancia! No era fruto de la maldad, ni siquiera del
sistema educativo, sino del des-conocimiento e in-experiencia inherentes a la
juventud y de la rivalidad generacional que han existido siempre entre jóvenes
y mayores, desde que el mundo es mundo.
Por regla general, cuando el
ciudadano se aproxima a la cuarentena es cuando toma conciencia de que la vida
tiene un principio y un final. Seguramente, esa sensación tiene que ver con el
inicio del declive de sus capacidades físicas y mentales, y la asunción de sus
responsabilidades familiares. Su interés por lo público y común también
despierta al descubrir las injusticias sociales que antes no veía, y que ahora
sufre en sus propias carnes en el mundo laboral y en su vida cotidiana. Al
sentirse más débil y desprotegido se refugia en las asociaciones sociales,
laborales y políticas para “protegerse”, puesto que ha dejado de confiar
ciegamente en su ego y en el altruismo del ser humano. El ciudadano pensante
necesita de la sociedad para protegerse de la sociedad, deja de creer en los
héroes y salvadores individuales y se refugia en los grupos sociales,
asociaciones de ocio, de interés y/o de presión. Por fin comprende que en este
mundo individualista, la única forma de alcanzar la seguridad, el bienestar, la
fama o el reconocimiento social es a través del asociacionismo. Por desgracia,
algunos se percatan demasiado tarde y descubren la feroz lucha que existe en
toda organización para detentar el poder, que otros más espabilados acaparan
los puestos de responsabilidad desde edades más tempranas.
El ciudadano que no participa de
forma activa en ningún grupo social se aísla del mundo exterior y acaba por
vivir al margen de la sociedad, y la sociedad decidirá por él. Si ese ciudadano
solitario e individualista es la tónica dominante en la sociedad, tal vez el
sistema democrático no desaparezca, pero seguro que se altera y corrompe. El
Poder, ese que dirige la política, la economía y demás negocios de las
necesidades humanas, se reparte en cuotas entre los protagonistas del Sistema
Político Democrático. Si una parte renuncia a su cuota, otros actores la
absorberán. Las parcelas de Poder nunca desaparecen, cambian de dueño. La
concentración excesiva de Poder en una parte de la sociedad puede provocar una
reacción de la parte desposeída. Si el abuso es de izquierdas, la reacción será
cambiar el Régimen Político democrático por otro autoritario, sin importar los
daños colaterales. Si el abuso es de derechas, la reacción puede llegar en
forma de Revolución, también sin importar los daños colaterales.
En todo grupo y partido están los
vividores y negociantes, esos ciudadanos que saben manejar los
integrantes y los estatutos de las organizaciones para progresar en la vida de
forma rápida, o para conseguir un empleo de por vida, o para sacar tajada o
para conseguir mordidas. Estos personajes, que no son exclusivos de la derecha
ni de la izquierda, se adaptan y acoplan a todo jefe con un mínimo de poder en
cualquier asociación vecinal, cultural, deportiva, profesional, sindical,
empresarial o política, desde la simple asociación de vecinos hasta el más
selecto de los clubs privados. Si ingresas en un grupo, detecta a estos
arribistas cuanto antes y no se te ocurra discrepar con ellos, o con otros en
su presencia, sobre los cargos dirigentes de la organización. Aún sin hacerlo,
corres el peligro de ser desprestigiado bajo cualquier pretexto si representas
un obstáculo o una competencia para su estatus o promoción.
Fdo.:
Luis Perant Fernández