sábado, 21 de julio de 2018
EUROPA, UN SIGLO DESPUÉS DE LA GRAN GUERRA.
1918, el final de la I Guerra
Mundial fue un trauma para millones de europeos. El nuevo mapa político europeo
diseñado por los vencedores descompuso Naciones e Imperios y modificó o formó
Estados nacionales artificiales y anacrónicos.
1945, la II Guerra Mundial ahondó
aún más el problema. Los dos Imperios económicos y militares vencedores se
encargaron de diseñar en Yalta una Europa dividida y enfrentada a semejanza del
Medievo. Francia y Alemania fueron las dos grandes potencias continentales
relegadas al vasallaje de los ganadores, pero el mayor problema de ambas era
que sus respectivas poblaciones seguían minadas por el chovinismo y
nacionalismo ideológico excluyente. En el corto período de 70 años, los dos
países vecinos se enfrentaron en tres guerras, las dos últimas fueron “guerras
totales”, denominación que se dio a la “guerra moderna”. El enfrentamiento ya
no era entre ejércitos en el campo de batalla o en los océanos, la guerra
estaba en todas partes, también en las ciudades y en los puertos y en ella
participaba la población civil como escudo humano, moneda de cambio y arma
psicológica.
2018, la Unión Europea sigue estancada
como proyecto económico y monetario, no despega como realidad política y
social. Los ciudadanos europeos desconfían de las Instituciones europeas porque
no se sienten protagonistas de las políticas de la Unión, pero también saben
del peligro que conlleva el hipotético fracaso de la UE y su desaparición,
aunque ese miedo es compartido cada día por menos ciudadanos y puede convertirse
en el mayor enemigo de Europa. Los ciudadanos más jóvenes desconocen los
motivos que llevaron a crear el Mercado Común Europeo, y por tanto, no pueden
imaginar el peligro que supone volver a las políticas proteccionistas de los
Estados nacionales, y a las que los europeos más viejos recuerdan con pánico. Las
dos Guerras Mundiales del S.XX dejaron 100 millones de muertos y por partida
doble Europa quedó devastada, aunque Europa siempre se levantó de sus cenizas.
Pero el odio, el rencor y las ganas de revancha entre países y ciudadanos
vecinos permanecen latentes.
El
Mercado Común Europeo nació después de la II Guerra Mundial para reconstruir
Europa pero también para curar heridas y no repetir los 100 millones de
muertos. La iniciativa se atribuye a ciertos políticos y países. Lo cierto es
que la creación de un espacio común para la industria del carbón, hierro y
siderurgia, pilares para la reconstrucción europea, “sometió” a los Estados
nacionales a una autoridad supranacional que tomaba las decisiones por consenso
o por mayoría de los Estados miembros. La autoridad supranacional zanjaba los
enfrentamientos comerciales bilaterales.
Del
Mercado Común a la Unión Europea han pasado muchos años, muchos países
protagonistas se han ido agregando y muchas competencias se han traspasado de
las autoridades nacionales a la del Consejo y Comisión Europea. Sin embargo, la
UE sigue siendo un “club” voluntario de naciones sin obligación de permanencia,
dónde las Instituciones democráticas son más simbólicas que de participación
real de gobierno. El Sistema Político Europeo no es democrático y está hecho
por y para las multinacionales. La economía de la Unión Europea depende de la
financiación de los “mercados prestamistas” con sede en los Paraísos Fiscales”.
Estos nuevos prestamistas usureros de los Estados del S.XXI son los Holdings
empresariales con licencia internacional para chupar el beneficio de todas las
actividades económicas globalizadas y almacenarlo en los Paraísos Fiscales. Por
otra parte, esta dependencia es lógica puesto que algunos historiadores
atribuyen la creación del espacio común europeo a las Corporaciones
industriales de aquella época, precursoras de las actuales multinacionales.
Estas se instalaron en Bruselas en la década de los años 50 para ejercer de
Lobby acerca del Poder europeo.
A
pesar de las críticas de toda índole, primero el Mercado Común y después la
Unión Europea han cumplido con nota alta las expectativas fundacionales: el
nivel de vida de los europeos es de los más elevados del mundo y Europa nunca
ha disfrutado de tantos años seguidos de paz. Por tanto, si la UE es
deficitaria en democracia y los europeos no hemos conseguido la unión política
y social, los motivos debemos buscarlos en otra parte.
Los
protagonistas políticos en los Estados nacionales son los partidos políticos,
mientras que en Bruselas son los Gobiernos de los Estados miembros, es como si
hubiese habido un Acuerdo tácito para repartirse el tablero de juego político.
Los partidos se quedan con las políticas nacionales y se reparten las parcelas
locales de poder, y los Gobiernos, llevados de la mano de los lobbies
globalizados, tienen vía libre para manejar la macroeconomía y sus políticas
neoliberales. De lo contrario no podría entenderse que en las elecciones
nacionales de todos los Estados miembros, las campañas electorales estén en
clave de política nacional, cuando en realidad nuestras vidas están
condicionadas por las políticas que se toman en Bruselas. Ningún partido europeo se aventura a cuestionar el
Sistema Político Europeo. Sólo cuando ciertas clases acomodadas ven peligrar su
estatus privilegiado, ciertos partidos políticos alzan las banderas
nacionalistas contra la UE, la globalización y dentro de su propio Estado,
incluso abusando del nacionalismo excluyente, enemigo mortal de la Unión
Europea, de la unidad interna de los Estados y de la paz.
Fdo.: Luis Perant Fernández