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lunes, 6 de junio de 2016
POLÍTICA, MÁS PODER QUE CIENCIA.
La
política es una ciencia, y como tal, se sirve del método científico para
descubrir e interrogar los fenómenos sociales, económicos y políticos de una
sociedad. Para ello, el politólogo ha de ser objetivo y despojarse de sus
pasiones, intereses e ideología. Sólo así, sus resultados serán fiables, aunque
siempre refutables y sujetos a revisión. En Ciencias Naturales, la objetividad
no está cuestionada. Sin embargo en Ciencias Políticas, siempre hay dudas sobre
la objetividad de los resultados, dependiendo del interés del sujeto investigador
y de la importancia del sujeto investigado. El hombre investiga al hombre por
encargo, para mejorar su vida o para empeorarla, según el negocio del sujeto
pagador.
Importante
diferencia en el comportamiento del ser humano, y que está directamente relacionada
con la mezcla de “conciencia/ambición” adquirida en la clase social a la que
pertenece y también en su proceso de culturización y socialización. Primordial
dilema que resolver antes de elegir a los políticos y servidores públicos, ya
que el poder político puede perseguir metas diferentes. De una parte, puede
imponer un dominio agobiante sobre los ciudadanos y poner el Estado al servicio
de unas minorías privilegiadas, que no siempre adineradas. De otra, ese poder
puede asegurar un orden social justo incorporando a todas las clases sociales, integrando
a todos los ciudadanos según sus aptitudes, contribuciones y necesidades.
El
poder político siempre mantiene ambas caras a través de distintas
dosificaciones de reparto, aunque su lado oscuro es difícil de descubrir, ya
que una minoría bien organizada, pero malintencionada, puede gobernar a la
mayoría desperdigada, y además con su consentimiento. Esa mayoría desperdigada
no tiene ni vocación, ni medios, ni alicientes para fiscalizar a los
representantes políticos en el manejo del dinero público, y mucho menos en
competir con la oligarquía de los negocios para ilustrar la mente de los
votantes. También entumece que en todas las contiendas electorales, los
partidos políticos son libres de prometer y los ciudadanos son libres de
dejarse engañar.
Una
vez elegidos, algunos líderes políticos incumplen sus programas electorales, se
venden al mejor postor, y hacen de la Política su profesión y negocio. Cuando
esos corruptos de la Política son mayoría en un partido político, éste abandona
su noble misión fundacional y se convierte en un instrumento de negocio
elitista. Sus métodos y actividades son las propias de una banda criminal
organizada. No faltan los ejemplos de personas que están en política por
dinero, ni los mercenarios a sueldo de las clases adineradas, ni tampoco los
líderes sociales profesionales que se venden al mejor postor. Todos ellos no
son políticos, son personajes sin escrúpulos, líderes sociales, obreros,
empresarios y políticos que dominan a la perfección el arte de la retórica para
confundir al votante y lograr anteponer sus intereses y los de su partido. También
están los políticos agradecidos y subordinados al jefe de fila del partido, los
perfectos peones capaces de ejecutar las órdenes sin hacer preguntas, y si es
posible, poco espabilados para no descubrir las tramas cuasi mafiosas. En fin,
también es cierto que otros líderes políticos son servidores públicos
preparados, inteligentes y honestos, y anteponen el interés general por encima
de las tramas partidistas y personales.
Al
margen de sus actores, la política concentra el poder supremo para gobernar la
sociedad y administrar el dinero público, pero también, para regular los
mercados privados de bienes, servicios y de opinión pública. La política es la
palanca necesaria y deseada de todo gran negocio, el lícito y el ilícito, el
local, nacional e internacional. Por tanto, el político mercenario debe ser el
mejor actor e intérprete para que el desvío del dinero público sea asimilado
por la mayoría de los ciudadanos como beneficioso para la sociedad, debe saber
fundir lo honesto y lo ruin para desconcertar al ciudadano. Por ello lo difícil
de desenmascarar a tales intrusos. La Política es el máximo negocio que domina
todas las actividades, necesidades y vicios del ser humano, todo está calculado
en política, en política nada es casualidad.
Quién
pretenda contradecir la opinión pública mayoritaria, lo políticamente correcto,
o desafiar el poder instructor del sistema político-económico omnipresente, debe
conocer y saber interpretar el “Mito de la Caverna” de Platón. De lo contrario,
será señalado por el sistema como un iluminado con pretensiones de aleccionar y
adoctrinar. Salvo ese matiz, el ciudadano debe ejercer siempre su derecho a
opinar sobre la política y sus actores, porque la verdad absoluta no existe,
nadie está en posesión de ella, es relativa y cada uno tiene su verdad. Por
tanto, duda de todo, de todos y de mí también.
Fdo.:
Luis Perant Fernández