El
sistema político dispone de todos los medios de comunicación y de socialización
públicos para moldear a los ciudadanos según “la verdad” oficial. En un sistema
“verdaderamente” democrático no hay nada que objetar, siempre y cuando, “la
verdad” sea la impuesta por el gobierno de la mayoría y la no-verdad sea la voz
de la oposición política. El sistema se distorsiona cuando la no-verdad es
marginada en todos los medios. Los ciudadanos dejan de tener información plural
para poder primar-castigar a sus representantes y la política se desprestigia
al quedar huérfana de debate. La política deja de ser “el arte del buen gobierno”,
para convertirse en oficio de manipulación de masas. Por tanto, la filosofía de
este escrito se ajusta únicamente “al mito de la caverna”: no hay peor ciego
que el que no quiere ver.
Sólo
hay que escuchar los comentarios en la calle para ver que la pobreza se ha
instalado en España, y se ha instalado para quedarse. Mucha gente cree que
después de unos años de recesión, volveremos a la situación de bonanza
anterior. ¡Qué equivocados están! El estado de bienestar de antes de la crisis
no era un regalo de Dios, ni de los gobernantes, ni del Rey. Nuestra sanidad
pública, nuestro sistema educativo, nuestros derechos fundamentales y laborales
se consiguieron con el esfuerzo, sacrificios y reivindicaciones de todos los
trabajadores, pero sobre todo por el consenso de todas las clases sociales, y
refrendado en la Constitución Española. Pues bien, con los recortes del gasto
público y el consiguiente empobrecimiento generalizado, ese consenso se ha
roto, ya no existe. Cuando cambie la tendencia del ciclo económico, “los
privilegios de los pobres” no volverán automáticamente, habrá que luchar de
nuevo para recuperarlos. Si sólo dependiese de los “nacionales” (sí, va con
segundas), igual en 10 ó 20 años, podríamos conseguirlo. Pero con esto de “las
imposiciones de la Unión Europea” y de la globalización de la producción y de
la economía, el panorama es totalmente distinto.
España
ingresó en la Unión Europea en 1986 y después de 26 años estamos peor que
entonces. Hemos desmantelado la industria autóctona, hemos vendido las redes
comerciales a multinacionales, estamos endeudados y sólo nos queda el turismo.
Con este bagaje no podemos competir en este mundo globalizado, pero es que
además, estamos colonizados por nuestros socios europeos que controlan el
“mercado único europeo”. Sin producción no se genera riqueza, y sin riqueza
sólo se puede repartir pobreza. No debemos estancarnos en nuestras miserias,
debemos reaccionar, debemos aportar alternativas a esta crisis. Para ello, no
podemos competir con la “verdad oficial” empleando sus armas porque tendremos
perdida la batalla de antemano: son expertos en teorías económicas, políticas y
sociales, y son los protagonistas en los medios de comunicación.
El
ciudadano debe criticar sin descanso las instituciones, los partidos y los
sindicatos. Las instituciones porque han permitido que las administraciones
públicas se alejen del derecho administrativo y se amparen en el derecho
privado, institucionalizando el saqueo de lo público. A los partidos políticos
por esconder deliberadamente el debate político a nivel europeo. Es en Bruselas
dónde se cocina el “mercado único” y dónde se impone la política del euro. No
sabemos qué políticas han firmado nuestros cocineros, ni quiénes son los
iluminados que han negociado en el Comité de Representantes Permanentes
(COREPER) del Consejo Europeo, que es la verdadera cocina europea tras
bastidores. Y por fin a los sindicatos, por haberse estancado en los métodos de
los años 70 del siglo pasado. Con la globalización, los canales tradicionales
para defender los intereses de los trabajadores han cambiado. El gobierno de
turno ya no convoca a empresas y trabajadores para negociaciones tripartitas
porque esas empresas ya no acuden al gobierno nacional. Esas empresas están
ejerciendo su presión de lobby en Bruselas porque la mayoría son
transnacionales y es allí donde se des-regula el mercado único europeo y los
aranceles con el exterior. La defensa de los trabajadores pasa por gestionar
sus votos en todas las contiendas democráticas. Los sindicatos deben negociar
con los partidos las mejores ventajas para sus afiliados y apoyar públicamente
al partido que se comprometa con las peticiones sindicales. Para ello, los
sindicatos tendrán que aprender a ser libres, no libres de las subvenciones
públicas por ley, sino de las “negociadas”, esas que se devuelven con intereses.
No
entres en el juego oficial de esa prima golfa del mercado que impone los
precios, los salarios y los recortes en servicios públicos. la democracia es otra cosa y empieza por la crítica constructiva y
reivindicativa.