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jueves, 9 de octubre de 2025

ESPAÑA Y OCCIDENTE.

 





El mundo siempre ha estado revuelto, y ahora también lo está. Después de la Primera y Segunda Guerra Mundial, ahora algunos auguran la Tercera. Los hombres, los pueblos y las naciones siempre han sido, somos y seremos guerreros, marrulleros y egoístas. Pero si queremos entender el presente y predecir el futuro, debemos estudiar la Historia siguiendo un patrón: el modelo de las “Civilizaciones”.


China, India y el mundo musulmán no se consideran país, nación o imperio, se autodenominan “Civilización” con su filosofía y su religión propias y envolventes. Incluso Rusia no tiene ningún complejo en atribuirse el título de “Heredero del Imperio Romano de Oriente”, con la figura del Zar, equivalente al César y su aglutinadora religión cristiana ortodoxa. Rusia reivindica su “Civilización Cristiana Ortodoxa”. Ninguna civilización es superior o inferior a ninguna otra, pero todas son únicas y diferentes a las demás. Cada civilización moldea su sociedad civil, política, económica, cultural y religiosa. Hasta los acérrimos ateos llevan en su ADN el concepto del bien y del mal que procesa la filosofía, la ética y religión de su civilización.


Actualmente, España pertenece a la “Civilización de Occidente”, la unión del mundo de la vieja Europa y los países de América, Asia y Oceanía que se alienaron con Estados Unidos después de su victoria en la Segunda Guerra Mundial. Los países de Occidente comparten valores democráticos, economías de mercado y alianzas militares bajo el dominio del mundo anglosajón. Pero siempre no fue así.


La Europa que conocemos nació del Imperio Romano de Occidente y de la invasión de los pueblos bárbaros del norte. Esta mezcla de razas configuró la “Civilización de Occidente Cristiana y Católica”. Pero esta civilización nunca fue hegemónica porque los Imperios español, inglés, francés, austriaco y alemán, siempre quisieron dominar Europa en solitario, y siempre guerrearon para conseguirlo. Pero sobre todo, esa hegemonía se rompió con las guerras de religión de los siglos XVI y XVII: se formaron dos Europas irreconciliables, la católica del sur y la protestante del norte. A partir de principios del siglo XVIII, y salvo el intervalo del Imperio de Napoleón, Europa siempre ha estado bajo dominio protestante:  británico, alemán, y desde la Segunda Guerra Mundial, el estadounidense.


Existe una diferencia importante entre el catolicismo y el protestantismo que es primordial conocer para comprender la política mundial actual. El mundo católico dice que todos los hombres somos iguales ante los ojos de Dios. Esto explica la conquista española de América: todos los nativos eran súbditos de la corona con los mismos derechos y obligaciones. El mundo protestante enseña la doctrina de la predestinación: Dios ha elegido desde la eternidad quienes serán salvos (los elegidos) y quienes no. Las naciones protestantes hacen suya esta premisa: las naciones protestantes son las elegidas para la salvación, y por tanto, están legitimadas a usar la fuerza para conseguirlo, y por supuesto al margen del derecho internacional. Esto explica el robo del territorio de la Nueva España y el exterminio de los indios por parte de Estados Unidos. También explica el exterminio de la población autóctona de Australia por parte de Gran Bretaña, y del genocidio palestino por parte de Netanyahu en aras de reconquistar la tierra prometida del “Gran Israel”.


Desde hace tres siglos, la Historia de España la escriben franceses y anglosajones. Y por consiguiente, de los tres siglos de la supremacía española del comercio marítimo mundial, de la hegemonía mundial del real de a ocho de plata, del sistema político virreinal y de las aportaciones científicas e intelectuales de la Escuela de Salamanca, los españoles no sabemos nada. Sólo hay que ver los temarios universitarios de Ciencias Sociales y Humanidades, todos son aportaciones inglesas, francesas, alemanas y estadounidenses.


España nació con la unión de Aragón y sus reinos mediterráneos, y Castilla con su expansión oceánica. A partir de esa unión, todos los territorios formaron España. La Monarquía Española se expandió a semejanza del Imperio Romano, los nuevos territorios no eran colonias, sino Reinos de España. La Constitución de Cádiz de 1812 lo dice muy claro: “la Nación española es la reunión de todos los españoles de ambos hemisferios”. También nombra todos sus territorios repartidos por el mundo. Por consiguiente, todos los habitantes de la península y de los territorios de las actuales naciones hispanoamericanas, todos eran españoles.


De ningún modo, hoy se puede reivindicar esa España que desapareció para siempre. Sin embargo, sin complejos, el bloque hispano ha de exigir su lugar en este mundo y dejar de ser vasallo de otras Civilizaciones. Los Hispanos han de reivindicar la “Herencia del Imperio Romano de Occidente”. La Civilización Cristiana y Católica de Occidente es Hispana, es antagónica a la protestante anglosajona.

Firmado: Luis Perant Fernández.


DIARIO INFORMACIÓN