La
Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP26) se ha
celebrado en Glasgow en 2.021. Los acuerdos alcanzados en esta Conferencia
fueron firmados por casi los 200 países asistentes, y aunque no son vinculantes,
se espera que sirvan para luchar contra el cambio climático. Cuando tales
acuerdos, tan importantes para el planeta, dependen de la buena voluntad de los
Estados y de la financiación privada global con interés, pues aparecen siempre
las dudas.
En
la Conferencia COP26, los países participantes acordaron reducir hasta el 50%
las emisiones totales de gases de efecto invernadero para el año 2030 a cambio
del uso de fuentes de energía renovables. También se instó a los países desarrollados
a duplicar sus provisiones de financiación dirigidas a ayudar a las naciones en
vía de desarrollo para que se adapten al cambio climático para 2025. En la
Conferencia se “debatieron” temas tan importantes como la deforestación, el efecto
invernadero del gas metano, recorte de las emisiones de carbono, reducción del
uso del carbón, los subsidios a los combustibles fósiles y la financiación pública/privada
de tal cambio. Se hace énfasis en la necesidad de aumentar significativamente
el apoyo a los países en vía de desarrollo más allá de los 100.000 millones de
dólares al año. Para poner la guinda, unas 450 organizaciones financieras, que
entre ellas controlan 130 billones de dólares, acordaron respaldar tecnología “limpia”,
como la energía renovable, y financiamiento directo para quienes se alejen de
las industrias de combustibles fósiles.
Voces
críticas dicen que en esta Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático
sólo se dan promesas, pero nunca compromisos cuantificables y verificables, que
la COP26 no es más que un espectáculo de cierta calidad montado para desviar la
atención de los ciudadanos de lo que realmente se ha acordado previamente a
este encuentro. Y el show para los espectadores del mundo entero sigue en la
calle con Greta Thumberg denunciando el fracaso de la conferencia que sólo
estaba comenzando. Según estas voces críticas, detrás de este circo, en el que
participan todos los Estados miembros de las Naciones Unidas, se esconde otra
realidad.
En
1988, los países desarrollados crean y financian un “Grupo Intergubernamental
de Expertos sobre el Cambio Climático” (GIEC) bajo los auspicios de Naciones
Unidas para el Medio Ambiente. El GIEC no es un grupo de sabios
climatólogos, la gran mayoría de sus miembros no son
científicos, sino diplomáticos. En el GIEC no se habla de
climatología, sino de política climática, y todas sus intervenciones públicas
se hacen bajo el control de sus gobiernos. En el GIEC reina el consenso
político, no el científico, y sus trabajos sirven de base cada año para una
Conferencia (COP) de la ONU sobre el cambio climático. Este año es la 26ª
edición que se ha celebrado en Glasgow (COP26).
Desde
su primer informe en 1.990, el GIEC ha ido sensibilizando progresivamente a la
ciudadanía global sobre la evolución del clima, hasta llegar a decir, que el
cambio podría amenazar la supervivencia de la especie humana. El cambio de
retórica podría deberse seguramente a la evolución de las necesidades de los
gobiernos, puesto que el peligro era real desde el inicio del GIEC.
La
economía y sociedad de consumo están colapsando los recursos naturales y
contaminando el planeta, pero si se derrumban las industrias y se pierden los
empleos, las revoluciones pondrían en peligro a los gobiernos. La solución es la
“transición energética”, es decir, destrucción de las industrias contaminantes e
impulso de las energías verdes. La teoría es perfecta pero la realidad no
tanto. Por ejemplo, la electricidad seguirá durante mucho tiempo generándose con
petróleo, el transporte marítimo no tendrá energías verdes y las baterías de
los coches eléctricos seguirán siendo no reciclables. Además, todo el proceso
será impulsado por el gran capital que, como siempre, buscará su mayor
beneficio al margen de la transición energética ideal.
Los
próximos informes de la COP disfrazarán de verde la gran finanza y se
encargarán de diseñar el financiamiento del sector privado y público para liberar
los miles de millones de millones. Los bancos, las instituciones financieras
internacionales y algunos gobiernos de los países desarrollados llevarán a cabo
lo que la ONU denomina el Net Zero. Y los países no desarrollados, y otros que
se creen desarrollados, recibirán financiación siempre condicionada y con
tendencia a hipotecarse de por vida. Y los banqueros prestarán dinero para
salvar el planeta, pero también para adueñarse de países enteros. Si Rusia y
China no participan en la COP26 no es porque estén en desacuerdo con la lucha
contra la contaminación del medioambiente, sino porque se oponen a ese proyecto
financiero.
Fdo.: Luis Perant Fernández