Todos queremos salvar a todos los
afganos/as que han colaborado con Occidente estos últimos 20 años porque es de
ser humanos y bien agradecidos. Pero el deseo es infinito y la realidad
política, económica y social son limitadas. Pero además el problema-solución no
debe verse en clave nacional, sino a nivel de la Unión Europea. Por supuesto
que el gobierno español intentará influir en el resultado final frente a otros
gobiernos nacionales de la Unión con políticas diferentes u opuestas sobre la
ayuda humanitaria y acogida de refugiados. Pero al final la ayuda española será
la que apruebe el Consejo Europeo y dicte la Comisión Europea, y aquí entran
las políticas de los 27 estados socios.
Si fuese por las ong´s, la UE debería
acoger a todos los refugiados y pobres del mundo. Claro, sus dirigentes, que no
los voluntarios y cooperantes, administran sus organizaciones como si fuesen empresas,
es decir, con sus ingresos, sus gastos y sus beneficios. Los ingresos son
proporcionales a los necesitados atendidos, cuantos más, mejor. Y los beneficios,
que no son monetarios, son clientelares y ocupacionales, sirven para afianzar
la organización con profesionales adeptos e incondicionales al movimiento.
Si fuese por una cierta clase acomodada europea
pertenecientes a movimientos múltiples, y organizados al amparo de los
presupuestos públicos, también habría barra libre para todos: fuera fronteras y
fuera gastos militares. Es igual que una competición, a ver quién da más. El
dinero cae del cielo y aquí hay sitio para todos. La perfecta definición del
mal comunista, repartir el dinero de los demás y guardarse el suyo. En el otro
extremo político están las organizaciones empresariales, temibles lobbies para
los gobiernos. Estos también quieren barra libre para desregular el mercado
laboral, bajar salarios y aumentar beneficios.
Si fuese por los partidos políticos de
ultraderecha europeos, esos que gobiernan algunos estados de la UE o están en
la oposición en otros, no habría que dejar entrar a ninguno. Menudo ejemplo de
agradecimiento a los que se han jugado la vida al lado de Occidente. Pero habrá
que tenerlos en cuenta porque estos partidos se nutren con los votos de los
ciudadanos más precarios de la sociedad europea, y que cada día son más. Estos
ciudadanos en paro, o con salarios y pensiones de subsistencia se sienten
abandonados de los organismos públicos, y no entienden que se gaste el dinero
público con “extranjeros”, cuando ellos son los grandes olvidados de esta
sociedad de consumo de la UE. Con este discurso de la ultraderecha y esta
percepción-realidad de las clases desfavorecidas, qué fácil es acaparar votos y
engordar la ultraderecha, con el consiguiente peligro para la democracia. Por
tanto, habrá que buscar un punto intermedio que garantice la cohesión de la UE
y nuestro sistema político democrático.
La Unión Europea existe porque hay un
equilibrio de intereses de todos sus estados miembros. Y cuando ese equilibrio
se altera, incluso sin llegar a romper, la Unión puede sumas o restar socios.
El último ejemplo lo tenemos con la salida del Reino Unido a final de 2020. Por
tanto, el problema afgano ha de resolverse sin socavar la UE. Porque, hasta
ahora, la mayoría de los españoles y europeos queremos seguir en la Unión. No
debemos olvidar que los países integrantes de la UE nunca han disfrutado de un
período tan largo de paz.
La acogida de los afganos/as
colaboradores de Occidente es una prioridad incuestionable, pero la UE debe
salir y explicar la situación de extrema gravedad y no dejar que el discurso de
la ultraderecha se expande y gane adeptos. Claro que para ello debería tener
una política definida sobre los refugiados a nivel global. Esto ha sido una
repetición de lo ocurrido en Irak, Libia, Siria, Yemen, y otros países. Estados
Unidos invade o provoca el derrumbe del régimen político por intereses
económicos o geopolíticos y la Unión Europea debe asumir los daños colaterales.
En contrapartida el ejército USA, que es el ejército del Imperio, garantiza la supremacía
del actual sistema político-económico global. Nadie sabe dónde está la reserva
de oro de Libia, que era la mayor del mundo, y quién comercializa su petróleo, ni
quiénes se beneficiarán del gas sirio, nadie se pregunta quienes son los que
venden y compran el opio afgano, quienes venden las armas a los gobiernos
amigos y también a los enemigos...
Es hora de un nuevo Tratado de la UE, o
verdadera Constitución Europea, que defina una política exterior propia, claro
que para ello se impone tener un ejército propio, con el gasto económico que
ello conlleva, y la incertidumbre de una nueva relación de fuerza global que
rompería el actual equilibrio global.
Fdo.: Luis Perant Fernández