Muchas personas necesitan amparo espiritual ante las adversidades terrenales y apoyo en un ser divino que alivie sus penas. La religión es una necesidad más del ser humano. Igual que el agua calma la sed y la comida colma el hambre, la fe en Dios apacigua el miedo a la muerte y promete vida eterna. Y puesto que los hombres viven en sociedad para abastecer sus necesidades, las religiones también son bienes que el mercado debe abastecer, porque de lo contrario, mercenarios adoctrinarán en nombre de Dios, y al margen de la Ley.
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martes, 3 de febrero de 2015
RELIGIONES, CIVILIZACIONES Y ESTADOS.
Muchas personas necesitan amparo espiritual ante las adversidades terrenales y apoyo en un ser divino que alivie sus penas. La religión es una necesidad más del ser humano. Igual que el agua calma la sed y la comida colma el hambre, la fe en Dios apacigua el miedo a la muerte y promete vida eterna. Y puesto que los hombres viven en sociedad para abastecer sus necesidades, las religiones también son bienes que el mercado debe abastecer, porque de lo contrario, mercenarios adoctrinarán en nombre de Dios, y al margen de la Ley.
Nuestro modelo
de Estado de derecho y democrático occidental organiza la sociedad para que
ésta pueda abastecer sus necesidades y desarrollar sus habilidades, y se ha
configurado a lo largo de 2.500 años. Empieza en la Antigua Grecia con su
filosofía y método científico, se mezcla con pueblos, razas, culturas y
religiones diferentes con el Imperio Romano, unifica su religión al final del
Imperio y principio del Medievo con la iglesia católica apostólica romana,
asimila la libertad de religión después de millones de muertos en las guerras
de religión europeas en los S.XVI y XVII, inicia el modo comercial y productivo
capitalista con la nueva mentalidad protestante, separa la Iglesia y el Estado
con las revoluciones liberales de los S.XVIII y XIX, conoce las dictaduras
fascistas después de la Primera Guerra Mundial, y finalmente, aprende del
fracaso del modelo liberal proteccionista y beligerante de los estados nacionales
que provocó las dos Guerras Mundiales del S.XX, y, cede parte de su soberanía
nacional en beneficio de organizaciones económicas y políticas supranacionales
para garantizar la seguridad y la paz entre Estados. Todos estos
acontecimientos históricos han configurado nuestra forma de pensar, de
comunicar, de tolerar, de convivir, de organizar, de trabajar, de crear, en
definitiva, lo que somos. Y por supuesto, otros devenires históricos seguirán
modificando nuestra sociedad. Sólo la falta de un eslabón en esta cadena de
acontecimientos, y Occidente sería diferente. Nuestra cultura asimila que el
Estado es el único que ejerce la coacción y la fuerza, que la Justicia media y
resuelve los conflictos y que la tolerancia hacia los demás beneficia la
libertad individual.
Desde siempre
ha habido intercambio cultural entre civilizaciones diferentes debido al comercio.
Ese contacto modificaba y enriquecía a todos, el cambio era lento y natural.
Pero, primero con el expolio de las materias primas y ahora con la
globalización del capital y producción, los poderes económicos occidentales han
alterado la permeabilidad natural entre civilizaciones, culturas y religiones. Pero
como nuestra sociedad postindustrial occidental es incapaz de integrar a millones
de nuevos ciudadanos inmigrantes, pues genera guetos de pobreza, y con la
pasividad y abandono de los poderes públicos, genera focos de odio contra
nuestro sistema. Además, a estas capas sociales externas se suman los
trabajadores autóctonos excluidos por el modo de producción globalizado y la
clase media que ve peligrar su bienestar, y entre todos forman un ejército de
inadaptados e inconformistas que cuestionan el modelo occidental democrático. A
este grave problema se suma otro no menos peligroso.
Los Estados
también se estratifican en países ricos y países pobres, en países explotadores
y países explotados. Estos bloques se agrupan y organizan para defender sus
intereses económicos. En esta lucha por la supremacía mundial todo está
permitido. Cuando a Occidente interesa, sabe torpedear palacios presidenciales,
o armar una contra, o invadir, o devaluar monedas, o bloquear el comercio, o
bloquear la venta de armas, o vender armas, o instalar dictadores, o instalar
democracias sumisas. Los países perdedores coinciden en civilizaciones
diferentes a la occidental. Todos radicalizan sus diferencias culturales y
religiosas, unos como armas defensivas, y otros, como armas ofensivas. Estos
países saben que no pueden desafiar a Occidente en una guerra convencional,
pero sí en una guerrilla de desgaste y de terror en la población occidental. Muchos
de estos países no conocen la separación Estado-Religión y administran la fe a
sus súbditos como modo de aleccionar. Su mejor aliado es la población empobrecida
y desarraigada de los suburbios occidentales, y de fácil adoctrinamiento de ideologías
extremistas religiosas y nacionalistas.
Esta
guerra es una lucha económica de las élites, disfrazada de religión,
intolerancia y racismo. Los paganos somos siempre los mismos, los ciudadanos de
a pie de ambos bandos. Para superar esta etapa se impone añadir dos nuevos
eslabones en nuestro ADN occidental: 1º.- Separación “Dueños del
capital-Estado”. 2º.- Todas las religiones serán reguladas y administradas por
el Estado, e impartidas por personal cualificado y autorizado. La religión que
no se someta a la Ley será considerada secta, y por tanto ilegal. La única
pretensión de este escrito es invitar a descubrir nuestros problemas para
buscar soluciones.
Luis Perant Fernández