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sábado, 5 de julio de 2014
ESTADO, PARA QUÉ Y PARA QUIÉN.
El hombre
tiene necesidades básicas como son la alimentación, el hábitat, la vestimenta,
pero también la sanidad, la educación, la cultura, el ocio y el mismísimo
“amparo espiritual”. El hombre no es autosuficiente, necesita a los demás para
cubrir sus necesidades. Sólo por ese motivo, el hombre es un animal social y
desde siempre, ha impuesto normas de convivencia para permitir esa vida en
sociedad. El modo de producción de la sociedad
ha determinado su tamaño, su organización, sus normas, su modelo de
Estado. Lo que hoy día conocemos por Estado deriva de las revoluciones
burguesas y sus posteriores metamorfosis.
El Estado
benefactor que conocemos hasta ahora nace después de la Segunda Guerra Mundial,
y no por bondad de la clase dominante. Esa guerra fue una lucha a muerte entre
dos modelos diferentes de Estado. Al final, el mundo anglosajón y sus aliados
ganan la batalla gracias a la participación de todas las clases sociales. Al
final de la guerra, “el sistema burgués” tiene que dar participación política a
los movimientos de izquierdas, no por recompensa, sino por miedo. La revolución
bolchevique aún estaba presente en los “bolsillos” de la burguesía occidental.
La crisis económica de los años 20, la posterior época proteccionista y
gobiernos fascistas, todo fue consecuencia del desastre que representó la
pérdida de las inversiones occidentales en manos del Zar. Por ello, fue norma
habitual que los vencedores estableciesen constituciones democráticas y
sociales en los Estados del primer mundo. La finalidad principal del Estado
moderno fue el desarrollo económico y garantizar el intercambio de necesidades,
pero también proporcionar unos servicios públicos a todos los ciudadanos,
oficialmente dirigidos a los más necesitados pero egoístamente para garantizar
la paz social y la propia supervivencia del Estado liberal. El Estado es
percibido por los ciudadanos como un invento del hombre para facilitarle la
vida. Por tanto, no debe estar por encima del hombre, debe estar a su servicio.
Ese modelo de
Estado noble se degrada con el paso del tiempo porque el temor revolucionario
desaparece y la burguesía de los negocios nunca renunció a conducir el destino
de su Estado liberal en solitario. Éstos confunden el funcionamiento del Estado
con el de su Empresa privada. Pero la Empresa persigue el beneficio económico
de sus propietarios, mientras que el Estado debe perseguir el beneficio social
de sus ciudadanos. La finalidad de la Empresa no es la caridad, ni la del
Estado el beneficio económico, aunque sí es condición de supervivencia para
ambos, que la Empresa genere equilibrio social en su plantilla y el Estado,
equilibrio presupuestario. Entonces, ¿qué falla en nuestro Estado de Bienestar?
El negocio del
Estado es el más deseado por todos, es el mayor agente económico de la nación,
el que más dinero genera y el que más gasta. Por tanto, los dueños del capital
presionan constantemente a todas las instituciones del Estado para que los
presupuestos, en lugar de dirigirlos hacia las necesidades de los ciudadanos,
se dirijan hacia sus sectores empresariales. Ahora, el negocio perfecto es
quedarse con cualquier servicio público, privatizar. En nuestro sistema
político, el gobierno está legitimado para dirigir la política económica del
Estado según su programa electoral o según le plazca. En nuestra democracia,
los ciudadanos son libres para votar y también libres para dejarse engañar.
Pero el problema se agrava cuando un gobierno temporal daña las estructuras del
Estado con total impunidad, en connivencia con lobbies empresariales y
financieros, y con el silencio de la oposición. Todo ello exculpado por las
exigencias de arriba, antes las de Dios y ahora las de Bruselas.
Volvamos a lo
simple. En un mercado estatal eficiente, el ciudadano abastece sus necesidades
y vende capital, producción y trabajo. Si el ciudadano se abastece pero no
coloca su mercancía, pues ese mercado es ineficiente. Ejemplo 1: un ciudadano
elude el mercado estatal o global y se lleva su dinero a un paraíso fiscal.
Resultado: menos dinero en circulación y menos servicios públicos. Ejemplo 2:
un ciudadano no consigue vender su trabajo porque el Estado concede parte del
mercado de producción a mercaderes externos sin contrapartida exportadora.
Resultado: desempleo y pobreza. Ejemplo 3: un grupo poderoso altera el mercado.
Resultado: un grupo débil siempre será perdedor.
Napoleón decía:
“el Estado necesita dos ejércitos, el militar para repeler los enemigos de
fuera y el de funcionarios para mantener a raya a los de dentro”. El poder
temporal aleja al Estado del Derecho Administrativo, cuya finalidad es proteger
el interés público, y despide libremente a los funcionarios, precisamente quiénes
están encargados de vigilar a los gobernantes de turno. El Estado ineficiente
fomenta el desprecio de los ciudadanos hacia las Instituciones. Mal vamos.