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martes, 1 de abril de 2014
PRIMER CENTENARIO
El 28 de julio
de 2014 es el primer centenario del inicio de la Primera Guerra Mundial. No
debe ser una celebración, sino una reflexión para conocer mejor el
comportamiento humano y la organización política de la sociedad. Hasta entonces,
las guerras entre países eran en el “campo de batalla”, alejadas de las
ciudades. Las poblaciones "sólo" se veían saqueadas por los traslados inevitables de las
tropas. El enfrentamiento era en campo abierto, o en el
mar, y la guerra era considerada un “juego de estrategia”. La Primera Guerra
Mundial significó una revolución en los conflictos bélicos, pero ese cambio se
fraguó poco a poco.
Las
ideas de la Ilustración legitimaron la sublevación de la burguesía de los
negocios contra las monarquías autoritarias y sus clases privilegiadas. En sólo
un siglo, el XIX, la burguesía dirigía la economía y la política de las
naciones dominantes, y por ende, dirigía la revolución industrial y dominaba el rentable comercio mundial. La búsqueda de beneficios de la nueva clase
gobernante marcó la política colonial de las grandes potencias, sus anexiones
territoriales, los saqueos de las materias primas, sus alianzas, sus guerras…
Pero también marcó el adiestramiento del pueblo llano para el apoyo
incondicional al nuevo estado liberal beligerante. Las guerras coloniales se
consideraron “humanitarias”, para civilizar a los indígenas. La dominación ya no
era en nombre de Dios y del Rey, sino de la Nación y la Patria.
La
paz fue lo habitual mientras que las potencias coloniales dispusieron de
suficientes territorios “salvajes” para su expansión. Los conflictos surgieron
cuando naciones nuevas entraron en competición por las materias primas de los
territorios “sin dueño” para sus industrias. Los enfrentamientos ya no fueron
sólo entre antiguas y nuevas potencias coloniales, sino todas contra todas. Este
estado de preguerra también se vio reforzado por el saqueo y desmantelamiento
de antiguos Imperios que se negaban a abrir sus fronteras y sus economías al
modelo liberal. Los intereses territoriales se extendían por todo el mundo y
esto hacía que los intereses económicos y militares de las potencias coloniales
estuviesen entrecruzados. Finalmente se formaron dos bandos irreconciliables con
idénticos intereses en el mismo negocio. Y puesto que el negocio de la industria pesada se
nutría básicamente del gasto de los Estados en artillería, tanques, aviones, acorazados,
submarinos, armas químicas y demás artefactos, pues la guerra era vista como
doblemente rentable: fabricar armamento y aniquilar la competencia. En el mundo de la diplomacia de estado y
de las altas esferas burguesas, no sólo se sabía que la confrontación era
inevitable, sino que los estados armaron deliberadamente sus ejércitos y
adiestraron sus ciudadanos.
En
esa Europa liberal anterior a la guerra, las clases oprimidas se agrupaban en
movimientos obreros y campesinos. Los socialistas eran los más influyentes y
mejor organizados, en Europa formaron la II Internacional Socialista. Hasta el
último momento, los socialistas europeos estaban convencidos de que los obreros
no seguirían las consignas bélicas de los estados-nación burgueses, de que un
trabajador no cogería las armas contra otro trabajador, de que el socialismo
internacional estaría por encima de los intereses burgueses liberales. Claro
está que se equivocaron. La II Internacional Socialista se hizo añicos porque
la mayoría de los dirigentes socialistas europeos se alinearon con los
intereses de sus estados-nación.
Y
ocurrió lo inevitable, empezó la mayor barbarie humana en este mundo
civilizado, industrializado y culto de principio del S.XX. Desde su inicio se
sabía que no sería una guerra convencional con una o varias batallas, con un
vencedor y un derrotado, con un tratado de paz y con unas reparaciones de
guerra. Además, los beligerantes eran de lo más variopinto: imperios, reinos
absolutos y parlamentarios, repúblicas, metrópolis, colonias… Los frentes se extendían por varios
continentes y océanos, sin diferenciar entre campos y ciudades, o entre mares y
puertos. Combatían los soldados de reemplazo y los voluntarios, que relegaron a
los mercenarios, porque los gobiernos liberales se encargaron de adoctrinar a
sus súbditos/ciudadanos con ideologías nacionalistas excluyentes. La guerra ya
no era un juego de estrategia de militares, era la de una nación entera contra
otra, fue la guerra total, lo que se llamó la Gran Guerra.
De aquellos 20
a 30 millones de muertos no aprendimos nada, en lugar de servir de escarmiento
y limitar las ambiciones humanas, sirvió de modelo a seguir, aquellas
atrocidades han sido, y siguen siendo superadas. El modelo actual de
globalización de la producción, comercio y capital acentúa la rivalidad
entre los bloques mundiales de poder. Pero además, los holdings transnacionales
diseñan la hoja de ruta de los Estados y las clases elitistas canalizan la
voluntad de los “pueblos soberanos”: educando a las masas con des-conocimientos
y asignando estatus social y económico a los voceros. Nunca aprenderemos.
Luis Perant Fernández