Me niego a aceptar la versión oficial de las causas que nos han llevado a esta crisis económica mundial. Me da igual que lo diga Zapatero, Rajoy o el Banco Mundial. Me niego a aceptar cuatro millones de parados para que la economía se recupere. Me niego a aceptar que los miles de millones de euros de beneficio de los Bancos sean un excelente indicador para la confianza de los mercados. Me niego a aceptar que el abismo entre ricos y pobres sea cada día mayor. Y ustedes, ¿se acuerdan de esa versión oficial? Los ciudadanos de a pie tenemos demasiados problemas cotidianos como para detenernos a analizar la situación política y, como es más cómodo, por defecto damos credibilidad a todos los expertos políticos y económicos. No se equivoquen, todos ellos son parte interesada. Los que gobiernan están atrapados en el engranaje de la globalización, la oposición emplea todos los juegos sucios para hacerse con el poder y los que nunca tendrán responsabilidades de gobierno, pues se dedican a defender las causas perdidas.
Echo en falta una oposición intelectual crítica que proponga una alternativa para un sistema económico mundial diferente. Es como si todos los economistas, licenciados, catedráticos y entendidos políticos estuviesen de acuerdo, cosa que dudo. Más bien parece, que el disidente se queda fuera, fuera de cualquier negocio o trabajo público, privado, empresarial, político o sindical. El miedo a la marginación no tiene límites, es más poderoso que la libertad de expresión. Aunque a veces actúan como mercenarios para apoyar al sistema o a su organización, criticando y desprestigiando cualquier alternativa. Yo no soy experto en economía, sin embargo quiero opinar, porque por muy mal que lo haga, jamás estaré a la altura de los sabios que, ni supieron detectar la crisis, ni tienen remedios para superarla o simplemente no se atreven a discrepar.
Hasta hace poco, los Estados tenían instrumentos económicos y políticos para dirigir la sociedad. Podían poner en práctica políticas económicas de oferta o de demanda, determinaban la cantidad de dinero en circulación, emitían deuda pública para financiar infraestructuras o inversiones y determinaban las políticas impositivas y redistributivas. Además, el empleo público también servía para paliar el desempleo en épocas de crisis. Por supuesto, estos ejemplos son muy simplificados y también tenían sus inconvenientes, sobre todo a nivel monetario e internacional. Pero con la globalización y los organismos supranacionales, los Estados han perdido toda su discrecionalidad y soberanía. Son simples administradores a las órdenes de la Unión Europea y del Fondo Monetario Internacional. Y no es que estas instituciones sean malas per se, sino que por desgracia, estas instituciones tienen deficiencias democráticas, lo que ha permitido que los grupos de presión más poderosos tengan todo el protagonismo y ventajas. Estos grupos son los holdings financieros y las multinacionales.
Esta situación no se ha producido de un día para otro, se ha venido gestando durante tres décadas. Los Estados y sus Administraciones públicas han sido vaciados de contenido, han sido secuestrados por el sector privado, han caído en la trampa del mínimo esfuerzo y volumen. Sólo se dedican a distribuir el dinero público entre los accionistas de las empresas afines al poder político que suministran los servicios públicos. Tres ejemplos dispares para entender mejor este proceso:
1-. Al principio, el sector privado ofreció servicios a las administraciones públicas por debajo del coste, y éstas de despojaron de sus trabajadores. Acto seguido, los precios subieron, siendo una ruina para las arcas públicas y un negocio para los políticos y empresarios corruptos.
2-. El Estado desiste de emitir deuda pública y deja el negocio a los Bancos que cobran por partida doble, prestando al sector público y acaparando el ahorro privado.
3-. El sistema financiero mundial ha engatusado los Estados y sus Administraciones públicas con préstamos baratos e inagotables hasta hacerlos prisioneros de sus propias deudas para sobrevivir. Con esta crisis mundial, la financiación pública se ha cortado para todos, y ante la imposibilidad de mantener los servicios públicos, éstos se están vendiendo al sector privado a precio de saldo, que precisamente, es lo que se perseguía desde el principio.
Esta fiebre privatizadora persigue adueñarse de todas las competencias del Estado, de sus Administraciones públicas y de sus empresas porque es la culminación del negocio perfecto. El sector público es el mayor agente económico, es el que más recursos ingresa y consume. Cuando ciertos servicios públicos básicos se privaticen, nuestros Estados democráticos, de derecho y social occidentales serán irreconocibles, seguro que serán diferentes, y no precisamente por su mayor grado de estado del bienestar y de democracia. La autoridad monetaria y las políticas económicas ya han escapado de la soberanía democrática de los ciudadanos. La privatización de los ejércitos profesionales occidentales será uno de los siguientes pasos, ya se está planificando y ensayando en Afganistán. Me niego a aceptar que el negocio de la guerra rescate una vez más al sistema económico mundial.
PALMERAL DE ELCHE
PATRIMONIO DE LA
HUMANIDAD
Viernes, 20 de agosto de 2010.
PUERTO DE ALICANTE
El primer silo para cemento sigue subiendo y la descarga de clínker al aire libre continúa.
Nadie tiene agallas para parar este ataque a la salud pública, al medio ambiente y al sector turístico.
LAS TETAS DE LAS MULTINACIONALES TIENEN SUFICIENTE LECHE COMO PARA DAR DE MAMAR A TODOS LOS IMPLICADOS.