Todos nos quejamos de los recortes del estado de bienestar. Es evidente que los ciudadanos somos más pobres y que la solución ha de ser política, pero para solucionar un problema, primero tenemos que conocer plenamente el problema.
miércoles, 25 de febrero de 2015
¿RECUPERACIÓN?, AL FONDO A LA IZQUIERDA.
Todos nos quejamos de los recortes del estado de bienestar. Es evidente que los ciudadanos somos más pobres y que la solución ha de ser política, pero para solucionar un problema, primero tenemos que conocer plenamente el problema.
Los dos
últimos siglos han supuesto un salto cualitativo en las condiciones de vida de
la población en su conjunto. Unos dicen que fue gracias a las revoluciones
liberales que terminaron con los privilegios del antiguo régimen y otros a la
separación Iglesia-Estado. Ninguna revolución habría cambiado la sociedad si la
Iglesia hubiese seguido mandando en los consejos de ministros y en las
políticas y negocios terrenales. El mejor ejemplo lo tenemos en Estados Unidos,
país joven que en algo más de un siglo se convirtió en la primera potencia
mundial, sólo porque desde sus inicios la clase burguesa no tuvo ninguna
resistencia aristocrática ni religiosa.
Desde
principios del S.XIX, los liberales se lanzan a la conquista del poder político
y económico en todo el mundo. En su lucha por usurpar el poder a la aristocracia
y al clero, la burguesía necesitó la complicidad del pueblo llano para hacer
revoluciones y guerrear contra otros estados liberales rivales. La recompensa
fue repartir parte del botín de guerra: el nivel de vida del pueblo de las
metrópolis era mayor que el de las colonias. Las políticas expansionistas de
los estados liberales dieron lugar a muchas guerras, entre otras las dos
Guerras Mundiales. Para seguir conservando el poder, los liberales siempre
necesitan la colaboración del pueblo llano. En ese contexto bélico, la
recompensa fue dar participación política. El sistema democrático se convierte
en el sistema más expandido, pero con el paso del tiempo, la participación
política de las clases media y trabajadora representa un peligro real para la
clase dominante liberal. Estas experiencias bélicas y democráticas dan lugar a cambios
radicales, a una revolución neoliberal.
Hoy día, se
simplifica el neoliberalismo como “la teoría política que tiende a reducir al mínimo la
intervención del Estado”. Sin embargo, el neoliberalismo es mucho más, es
superar los errores del liberalismo que pusieron en peligro el mismísimo
sistema capitalista. Para conservar el poder, los dueños del capital exportan hacia
fuera la clásica división de clases dentro de un país. Los Estados se dividen en
“dueños del capital”, en productores y en países sin Estado (sin ley, fuente de
materias primas baratas o gratis, refugio de mercenarios antisistema pagados
por el sistema, y basureros de residuos industriales y nucleares). Los dueños
del capital no admiten competencia, el país que cuestiona este status quo es
acusado de productor de droga, dictador o terrorista, y sin contemplaciones es
ahogado económicamente o saqueado militarmente Sus holdings transnacionales
controlan la economía y la política en cualquier rincón del mundo. Sin embargo,
esa división por bloques es diferente para la población. Ahora, la división de
clase media, trabajadora y pobre es global porque la producción de las
multinacionales es global, y todos compiten contra todos. Con la
deslocalización industrial hay excedente del bien “trabajo”, y su valor se
deprecia. El nivel de vida global ponderado de la población mundial no se nivela
al alza, sino a la baja. El bienestar de los países ricos no se expande, al contrario,
las pésimas condiciones sociales, educativas, sanitarias y laborales de los
países tercermundistas invaden el supuesto primer mundo. Y, ¿cómo se ha
producido esta revolución pacífica neoliberal?
En democracia, el poder se
divide entre el judicial, el legislativo y el ejecutivo, es decir que ningún
poder económico está por encima de ellos. Los ciudadanos legitiman al
legislativo, y éste a su vez al ejecutivo que pone en práctica la política
económica del partido político ganador en las urnas. El sistema bancario, banco
central y bancos comerciales, es sólo un instrumento económico que, entre otras
funciones, sirve al ejecutivo para aplicar su política económica y financiar al
estado. El Fondo Monetario Internacional y la Unión Europea modifican radicalmente
estas reglas democráticas basadas en la soberanía popular. Ahora los Estados
deben acudir a los mercados privados de capitales para financiarse. Los prestamistas
imponen sus condiciones, diseñan las políticas económicas de los estados, las
prioridades en gastos e inversiones y la devolución de la deuda, todo ello para
su beneficio y suplantando la soberanía ciudadana.
El Sistema Político de la UE
no es democrático, está diseñado a medida de los “dueños del capital”, permite
que los lobbies empresariales influyan y gobiernen en todas las Instituciones
de la UE. Los “dueños del capital son para la UE el lastre que representó la
Iglesia para el Antiguo Régimen. La recuperación llegará cuando una Constitución
democrática europea rompa el bloque privado “Unión Europea-dueños del capital”.
Luis Perant Fernández
martes, 3 de febrero de 2015
RELIGIONES, CIVILIZACIONES Y ESTADOS.
Muchas personas necesitan amparo espiritual ante las adversidades terrenales y apoyo en un ser divino que alivie sus penas. La religión es una necesidad más del ser humano. Igual que el agua calma la sed y la comida colma el hambre, la fe en Dios apacigua el miedo a la muerte y promete vida eterna. Y puesto que los hombres viven en sociedad para abastecer sus necesidades, las religiones también son bienes que el mercado debe abastecer, porque de lo contrario, mercenarios adoctrinarán en nombre de Dios, y al margen de la Ley.
Nuestro modelo
de Estado de derecho y democrático occidental organiza la sociedad para que
ésta pueda abastecer sus necesidades y desarrollar sus habilidades, y se ha
configurado a lo largo de 2.500 años. Empieza en la Antigua Grecia con su
filosofía y método científico, se mezcla con pueblos, razas, culturas y
religiones diferentes con el Imperio Romano, unifica su religión al final del
Imperio y principio del Medievo con la iglesia católica apostólica romana,
asimila la libertad de religión después de millones de muertos en las guerras
de religión europeas en los S.XVI y XVII, inicia el modo comercial y productivo
capitalista con la nueva mentalidad protestante, separa la Iglesia y el Estado
con las revoluciones liberales de los S.XVIII y XIX, conoce las dictaduras
fascistas después de la Primera Guerra Mundial, y finalmente, aprende del
fracaso del modelo liberal proteccionista y beligerante de los estados nacionales
que provocó las dos Guerras Mundiales del S.XX, y, cede parte de su soberanía
nacional en beneficio de organizaciones económicas y políticas supranacionales
para garantizar la seguridad y la paz entre Estados. Todos estos
acontecimientos históricos han configurado nuestra forma de pensar, de
comunicar, de tolerar, de convivir, de organizar, de trabajar, de crear, en
definitiva, lo que somos. Y por supuesto, otros devenires históricos seguirán
modificando nuestra sociedad. Sólo la falta de un eslabón en esta cadena de
acontecimientos, y Occidente sería diferente. Nuestra cultura asimila que el
Estado es el único que ejerce la coacción y la fuerza, que la Justicia media y
resuelve los conflictos y que la tolerancia hacia los demás beneficia la
libertad individual.
Desde siempre
ha habido intercambio cultural entre civilizaciones diferentes debido al comercio.
Ese contacto modificaba y enriquecía a todos, el cambio era lento y natural.
Pero, primero con el expolio de las materias primas y ahora con la
globalización del capital y producción, los poderes económicos occidentales han
alterado la permeabilidad natural entre civilizaciones, culturas y religiones. Pero
como nuestra sociedad postindustrial occidental es incapaz de integrar a millones
de nuevos ciudadanos inmigrantes, pues genera guetos de pobreza, y con la
pasividad y abandono de los poderes públicos, genera focos de odio contra
nuestro sistema. Además, a estas capas sociales externas se suman los
trabajadores autóctonos excluidos por el modo de producción globalizado y la
clase media que ve peligrar su bienestar, y entre todos forman un ejército de
inadaptados e inconformistas que cuestionan el modelo occidental democrático. A
este grave problema se suma otro no menos peligroso.
Los Estados
también se estratifican en países ricos y países pobres, en países explotadores
y países explotados. Estos bloques se agrupan y organizan para defender sus
intereses económicos. En esta lucha por la supremacía mundial todo está
permitido. Cuando a Occidente interesa, sabe torpedear palacios presidenciales,
o armar una contra, o invadir, o devaluar monedas, o bloquear el comercio, o
bloquear la venta de armas, o vender armas, o instalar dictadores, o instalar
democracias sumisas. Los países perdedores coinciden en civilizaciones
diferentes a la occidental. Todos radicalizan sus diferencias culturales y
religiosas, unos como armas defensivas, y otros, como armas ofensivas. Estos
países saben que no pueden desafiar a Occidente en una guerra convencional,
pero sí en una guerrilla de desgaste y de terror en la población occidental. Muchos
de estos países no conocen la separación Estado-Religión y administran la fe a
sus súbditos como modo de aleccionar. Su mejor aliado es la población empobrecida
y desarraigada de los suburbios occidentales, y de fácil adoctrinamiento de ideologías
extremistas religiosas y nacionalistas.
Esta
guerra es una lucha económica de las élites, disfrazada de religión,
intolerancia y racismo. Los paganos somos siempre los mismos, los ciudadanos de
a pie de ambos bandos. Para superar esta etapa se impone añadir dos nuevos
eslabones en nuestro ADN occidental: 1º.- Separación “Dueños del
capital-Estado”. 2º.- Todas las religiones serán reguladas y administradas por
el Estado, e impartidas por personal cualificado y autorizado. La religión que
no se someta a la Ley será considerada secta, y por tanto ilegal. La única
pretensión de este escrito es invitar a descubrir nuestros problemas para
buscar soluciones.
Luis Perant Fernández
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