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Tren Turístico Limón Exprés (Benidorm-Gata de Gorgos). Ferrocarril Alicante-Denia.

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jueves, 10 de diciembre de 2015

ELECCIONES GENERALES POLITIZADAS



      Ya estamos en campaña electoral, ha llegado el momento de las promesas. Todos los partidos compiten por el voto de los ciudadanos ofreciendo el oro y el moro. Guste o no, éstas son las reglas de juego democrático, unos pueden prometer y otros son libres de elegir. El problema surge cuando la oferta es consensuada, entonces, ese “mercado” supuestamente libre es alterado, y por ende, la elección es condicionada. De ningún modo quiero decir que haya un cártel de oferta mafioso. A veces el poder puede ser tan sutil que todas sus piezas encajan a la perfección por arte de magia. Para despejar mis sospechas tengo que echar mano de alguna elucubración.

Vamos a simplificar el sistema político democrático para despejar las dudas. El partido político ganador en las elecciones generales gobierna durante 4 años. Si al final de ese mandato los ciudadanos quedan contentos con su gestión, pues volverán a votarle. Si los ciudadanos quedan insatisfechos, pues votarán al partido de la oposición. Este juego es simple y claro para el ciudadano que puede sentirse engañado por promesas electorales incumplidas. Es cierto que todo sistema electoral premia más a una opción política que a otras, y nuestro sistema electoral también es interesado. Pero no voy a seguir por ese camino, porque creo que hay algo más.

El partido ganador gobierna las Instituciones del Estado y administra la mayor empresa del país, es el agente económico que más dinero ingresa y el que más gasta. Por tanto, los agentes económicos privados nacionales y transnacionales, los llamados “Lobbies”, saben que es fundamental estar cerca del poder político para garantizar el futuro de sus empresas. El volumen de negocio de muchas de esas multinacionales es mayor que el PIB de muchos Estados. Es fácil de comprender que esos poderosos holdings no se aventuren a que algún partido ponga en peligro sus negocios. Por tanto, si un partido de gobierno ha legislado a favor de la “causa” y ya no tiene la confianza de los votantes, el poder económico debe asegurarse de que el partido de la oposición llamado a gobernar no destruya “lo edificado”. Hay varias fórmulas para conseguirlo, desde minar los partidos desde dentro para difuminar la dirección y la ideología, hasta favorecer la proliferación de partidos nuevos para difuminar la soberanía ciudadana. Esto último es lo que ha ocurrido en España.

Antes de seguir, quiero dejar claro que los fundadores de las nuevas opciones políticas son casi siempre honestos en sus ofertas políticas a los ciudadanos. Cosa diferente son las facilidades y ayudas legales, logísticas, mediáticas y en algunos casos, económicas, que facilitan la proliferación de asociaciones de todo tipo. Los lobbies interesados en este planteamiento saben poner en funcionamiento toda la maquinaria necesaria para conseguir sus fines, y además sin parecerlo. La ingeniería electoral se pone en marcha para que el voto descontento no dé la mayoría absoluta al partido de la oposición. A la par, se desata una campaña mediática de desprestigio a los gobiernos con mayoría absoluta y se mitifica a los gobiernos de coalición donde el “diálogo y consenso” son virtudes. Para ello no se escatiman recursos, todo un ejército de tertulianos y personajes afamados se encargan de endemoniar al bipartidismo y difundir la similitud de un gobierno de mayoría absoluta democrático de 4 años de duración con un gobierno dictatorial de 40 años.

Los votos de centro-derecha que pierde el PP se canalizan hacia Ciudadanos. Los votos de izquierda movilizados por los recortes sociales del PP se desvían hacia Podemos. Y el principal partido de la oposición de esta legislatura que termina, el Psoe, se queda sin mayoría absoluta para poder derogar la legislación neoliberal del Partido Popular. Nunca habrá pleno consenso en la futura coalición de gobierno, sea de dos o tres partidos, para reponer los servicios públicos y sociales que el PP ha llevado a cabo con sus políticas de recortes. Tan grave, o tal vez más, sea la falta de acuerdos sobre políticas concretas que el gobierno de España debe plantear en el Consejo Europeo que es dónde nacen las políticas que nos gobiernan y que descaradamente favorecen a los Lobbies. La ingeniería electoral bien pagada funciona.

Este artículo puede ser fruto de una elucubración, pero también puede ajustarse a algunas de las Teorías políticas sobre el Poder. En España tenemos otro ejemplo que se ajusta a esta Teoría. Hace 20 años, el “Poder” facilitó la proliferación de sindicatos de trabajadores independientes con la finalidad de debilitar el poder de convocatoria de CCOO y UGT. La campaña mediática desprestigiando a sus dirigentes y ensalzando los derechos individuales fue brutal. En Política todo es intencionado, nada es casual.

Fdo.: Luis Perant Fernández
  

viernes, 24 de julio de 2015

POLÍTICA FÍSICA.




El principio democrático por excelencia es “un ciudadano, un voto”. Sin embargo, el resultado de los procesos electorales democráticos no refleja siempre la victoria de las mayorías sociales reales. A ver si me explico. Si el proceso electoral se ajustase al principio democrático estricto, los “partidos de los pobres” siempre ganarían las elecciones, porque todos coincidimos en que, en todas partes, los pobres son más numerosos que los ricos. Entonces, ¿por qué los partidos representantes de las minorías ganan muchas veces las elecciones?, o ¿por qué las Instituciones de la Unión Europea aplican políticas anti mayorías sociales?
           
Podríamos perdernos hablando de cientos de ejemplos, y criticar o justificar según las ideologías aplicadas. También es cierto que ninguna ley electoral es neutra, todas son interesadas y partidistas, benefician a unos y perjudican a otros. Es decir, que modifican o alteran el principio democrático de que todos los votos deben tener el mismo valor. Por tanto, debemos plantearnos que nuestra democracia se rige por algo más que la suma de votos.

Nuestro sistema democrático no es puro, es un sistema democrático alterado para equilibrar las fuerzas sociales, para consensuar una convivencia. La clase minoritaria acaudalada tiene pánico a toda revolución que conlleve la pérdida de su capital y poder, y por tanto, está dispuesta a ceder protagonismo político y repartir los frutos del capital en “la mínima proporción” para evitar cualquier alteración de poder. Por la otra parte, la clase trabajadora ha renunciado a las revoluciones sangrientas de otras épocas y basa su lucha en conseguir un reparto más equitativo de la producción y un Estado protector para los más débiles. Sólo por estas razones, las alternancias en el poder son pacíficas y poco traumáticas, porque al margen de las discrepancias, los adversarios se respetan. Cierto es, que unos y otros cumplirán hasta que la otra parte rompa su compromiso.

Imaginemos que vivimos en un sistema piramidal. En la base ancha estaría la población más pobre y numerosa, y según vamos ascendiendo se colocan los ciudadanos por orden de ingresos. Cuanto más arriba de la pirámide, encontramos menos personas pero con mayor fortuna y status. Pues bien, dentro de esa pirámide están en continuo conflicto los intereses de los ciudadanos y de sus grupos. Sin embargo, la sociedad vive en aparente equilibrio, reina una paz consensuada porque la suma de esas fuerzas de intereses se neutraliza en un punto dentro de la pirámide. Digamos que ese punto de equilibrio es el punto de gravedad social resultante de las fuerzas internas, a semejanza de las leyes físicas. Es decir, que el punto de gravedad, o de equilibrio, se puede desplazar a voluntad por toda la pirámide si los actores sociales alteran las fuerzas. Y según el lugar que ocupe ese punto de gravedad dentro de la pirámide, pues beneficiará más a unos ciudadanos que a otros, y sin romper el equilibrio consensuado. Cuanto más abajo se sitúe, más beneficios obtendrán las clases altas, y cuanto más arriba, los más pobres. En un proceso constituyente, ese punto de gravedad nunca será el término medio y siempre determinará el sistema electoral.

Los actores sociales, políticos y económicos maximizan sus beneficios no sólo en los procesos electorales, sino también actuando sobre las fuerzas que les son favorables. Para ello, hay un sinfín de herramientas que cada grupo de interés maneja con maestría y/o con dinero, como son la legislación, la judicatura, la economía, la política, los mercados, los lobbies, la huelga de capital, las privatizaciones, la calidad y cantidad de trabajo, los partidos políticos, las ideologías, las religiones, la educación, la cultura, los sentimientos nacionalistas, la huelga de trabajo, los disturbios callejeros, la represión, los medios de comunicación, la opinión pública con un ejército de líderes sociales, políticos, economistas, empresarios, actores, sindicalistas, profesores, científicos, …

Si algún grupo de interés, en un acto egoísta e irresponsable, expande en exceso las fuerzas que les son favorables, a semejanza de la física el centro de gravedad social se desplaza y puede situarse fuera del cuerpo, en este caso fuera de la pirámide. Esta acción equivale a una ruptura del sistema político, a un suicidio colectivo y al fin de la convivencia pacífica consensuada. La pirámide podría desmoronarse como un castillo de naipes. La Constitución debería prevenir tal situación extrema y peligrosa, por ejemplo dando competencias al Jefe del Estado. Tenemos que preguntarnos si un Presidente de la República con las competencias adecuadas para defender el Estado y la Constitución hubiese permitido que un gobierno partidista desplazase el punto de gravedad social fuera de la pirámide, con el consiguiente saqueo de las arcas públicas, el endeudamiento y el empobrecimiento generalizado de los ciudadanos españoles.


Fdo.: Luis Perant Fernández

jueves, 9 de julio de 2015

¿POR QUÉ NO TE CALLAS?, MARIANO.





En todo conflicto, los protagonistas defienden sus intereses, y es de suponer que en el conflicto de la deuda griega, el gobierno del Partido Popular debe defender los intereses de España. Pero el problema no es tan simple como algunos voceros del PP quieren hacer creer. No se trata de unos descamisados que han vivido por encima de sus posibilidades con dinero prestado, y a quiénes la Unión Europea ha de darles un tirón de orejas para que paguen sus deudas. Es un discurso pobre, inculto e ignorante. Es un discurso del miedo, miedo a hacer el ridículo si Tsipras consigue de la Troika mejores ventajas para Grecia que las que negoció el PP para España.

Los problemas actuales de Grecia vienen desde la 2ª Guerra Mundial, la URSS y EE.UU se reparten Europa. Grecia se encuentra en la frontera de ese reparto, y es deseada por ambos bandos por su situación estratégica en el Mediterráneo. Por diversas razones, que ahora no voy a abordar, Grecia queda del lado Occidental, pero muchos griegos, y también Rusia, siguen pensando que aquel conflicto no está cerrado. Como es lógico en toda negociación, los protagonistas sacan rendimiento de sus ventajas. Y los griegos saben muy bien cuáles son sus armas negociadoras: dejarse querer por los dos bandos.

Hay que dejar claro que este conflicto no es económico, sino político. El PIB griego sólo representa el 2% del total de la Unión Europea. El futuro de Grecia no se decidirá en función de su situación económica sino de su decisión de mantenerse como miembro de la UE y aliado de Washington, o de ponerse del lado de Rusia y China. Con el “no” del pueblo griego, las implicaciones del referéndum van más allá del plano económico e incluyen intereses políticos y estratégicos. Al gobierno griego ya no le basta una refinanciación, quiere un cambio radical en la política económica de la UE. Para atrincherarse en su postura, Tsipras amenaza a la Troika con acercarse al tándem Rusia-China. Y aquí entra en juego Estados Unidos y la OTAN. Obama ya ha manifestado estar “listo ante cualquier eventualidad”, ya que un acercamiento de Grecia a la economía rusa pondría en peligro su pertenencia a la OTAN, ya que Grecia es miembro activo de la Alianza Atlántica y pieza clave en el control del Mediterráneo. El problema de la UE es doble, de una parte no puede ceder a una quita o refinanciación de la deuda griega, y que el ejemplo cunda hacia los demás países miembros endeudados, y de otra, la UE está presionada por EE.UU. para que Grecia no salga de la zona euro.

Rusia, por su parte, además de los lazos históricos y culturales que la unen con Grecia, mantiene una estrecha relación política con el gobierno de Tsipras. El primer ministro griego no se esconde para manifestar su oposición a las sanciones de la UE contra Rusia y mantiene que “la nueva arquitectura de la seguridad europea debe incluir a Rusia”. Putin necesita la colaboración griega para construir su nuevo gasoducto y sacar su gas a las puertas de la UE. Las pretensiones navales rusas en el Mediterráneo son “materia reservada”. También está China con intereses comerciales en Grecia, ya que quiere convertir el puerto del Pireo en un importante nudo de su red comercial.

Ante este panorama, Grecia está en una posición negociadora privilegiada. Si no consigue sus pretensiones dentro del euro, de la UE y de la OTAN, Rusia y China estarán deseando acudir al rescate de la economía griega. El Banco de Desarrollo creado por los países del grupo BRICS (Brasil, Rusia, China y Sudáfrica) y el Banco de Inversiones para la Infraestructura Asiática creado por China, es una alternativa al FMI, al Banco Mundial y a la supremacía del dólar y euro.

La competencia entre los dos modelos (Occidente y países emergentes) podría ser beneficiosa si la disputa se mantuviese exclusivamente en el terreno político y económico, ya que la rivalidad puede ser sinónimo de superación. Por desgracia, en esta zona del Mediterráneo, los dos bandos ya están enfrentados militarmente en guerras delegadas (Libia, Siria, Irak, Ucrania). Y otras son sospechosas de iniciarse (segregación de Voivodina de Serbia con implicación de la OTAN, UE, Croacia…). Serbia y Grecia son para Rusia sus hermanos menores.

Fdo.: Luis Perant Fernández

miércoles, 25 de febrero de 2015

¿RECUPERACIÓN?, AL FONDO A LA IZQUIERDA.




Todos nos quejamos de los recortes del estado de bienestar. Es evidente que los ciudadanos somos más pobres y que la solución ha de ser política, pero para solucionar un problema, primero tenemos que conocer plenamente el problema.

Los dos últimos siglos han supuesto un salto cualitativo en las condiciones de vida de la población en su conjunto. Unos dicen que fue gracias a las revoluciones liberales que terminaron con los privilegios del antiguo régimen y otros a la separación Iglesia-Estado. Ninguna revolución habría cambiado la sociedad si la Iglesia hubiese seguido mandando en los consejos de ministros y en las políticas y negocios terrenales. El mejor ejemplo lo tenemos en Estados Unidos, país joven que en algo más de un siglo se convirtió en la primera potencia mundial, sólo porque desde sus inicios la clase burguesa no tuvo ninguna resistencia aristocrática ni religiosa.

Desde principios del S.XIX, los liberales se lanzan a la conquista del poder político y económico en todo el mundo. En su lucha por usurpar el poder a la aristocracia y al clero, la burguesía necesitó la complicidad del pueblo llano para hacer revoluciones y guerrear contra otros estados liberales rivales. La recompensa fue repartir parte del botín de guerra: el nivel de vida del pueblo de las metrópolis era mayor que el de las colonias. Las políticas expansionistas de los estados liberales dieron lugar a muchas guerras, entre otras las dos Guerras Mundiales. Para seguir conservando el poder, los liberales siempre necesitan la colaboración del pueblo llano. En ese contexto bélico, la recompensa fue dar participación política. El sistema democrático se convierte en el sistema más expandido, pero con el paso del tiempo, la participación política de las clases media y trabajadora representa un peligro real para la clase dominante liberal. Estas experiencias bélicas y democráticas dan lugar a cambios radicales, a una revolución neoliberal.

Hoy día, se simplifica el neoliberalismo como “la teoría política que tiende a reducir al mínimo la intervención del Estado”. Sin embargo, el neoliberalismo es mucho más, es superar los errores del liberalismo que pusieron en peligro el mismísimo sistema capitalista. Para conservar el poder, los dueños del capital exportan hacia fuera la clásica división de clases dentro de un país. Los Estados se dividen en “dueños del capital”, en productores y en países sin Estado (sin ley, fuente de materias primas baratas o gratis, refugio de mercenarios antisistema pagados por el sistema, y basureros de residuos industriales y nucleares). Los dueños del capital no admiten competencia, el país que cuestiona este status quo es acusado de productor de droga, dictador o terrorista, y sin contemplaciones es ahogado económicamente o saqueado militarmente Sus holdings transnacionales controlan la economía y la política en cualquier rincón del mundo. Sin embargo, esa división por bloques es diferente para la población. Ahora, la división de clase media, trabajadora y pobre es global porque la producción de las multinacionales es global, y todos compiten contra todos. Con la deslocalización industrial hay excedente del bien “trabajo”, y su valor se deprecia. El nivel de vida global ponderado de la población mundial no se nivela al alza, sino a la baja. El bienestar de los países ricos no se expande, al contrario, las pésimas condiciones sociales, educativas, sanitarias y laborales de los países tercermundistas invaden el supuesto primer mundo. Y, ¿cómo se ha producido esta revolución pacífica neoliberal?

En democracia, el poder se divide entre el judicial, el legislativo y el ejecutivo, es decir que ningún poder económico está por encima de ellos. Los ciudadanos legitiman al legislativo, y éste a su vez al ejecutivo que pone en práctica la política económica del partido político ganador en las urnas. El sistema bancario, banco central y bancos comerciales, es sólo un instrumento económico que, entre otras funciones, sirve al ejecutivo para aplicar su política económica y financiar al estado. El Fondo Monetario Internacional y la Unión Europea modifican radicalmente estas reglas democráticas basadas en la soberanía popular. Ahora los Estados deben acudir a los mercados privados de capitales para financiarse. Los prestamistas imponen sus condiciones, diseñan las políticas económicas de los estados, las prioridades en gastos e inversiones y la devolución de la deuda, todo ello para su beneficio y suplantando la soberanía ciudadana.

El Sistema Político de la UE no es democrático, está diseñado a medida de los “dueños del capital”, permite que los lobbies empresariales influyan y gobiernen en todas las Instituciones de la UE. Los “dueños del capital son para la UE el lastre que representó la Iglesia para el Antiguo Régimen. La recuperación llegará cuando una Constitución democrática europea rompa el bloque privado “Unión Europea-dueños del capital”.


Luis Perant Fernández

martes, 3 de febrero de 2015

RELIGIONES, CIVILIZACIONES Y ESTADOS.


          Muchas personas necesitan amparo espiritual ante las adversidades terrenales y apoyo en un ser divino que alivie sus penas. La religión es una necesidad más del ser humano. Igual que el agua calma la sed y la comida colma el hambre, la fe en Dios apacigua el miedo a la muerte y promete vida eterna. Y puesto que los hombres viven en sociedad para abastecer sus necesidades, las religiones también son bienes que el mercado debe abastecer, porque de lo contrario, mercenarios adoctrinarán en nombre de Dios, y al margen de la Ley.

Nuestro modelo de Estado de derecho y democrático occidental organiza la sociedad para que ésta pueda abastecer sus necesidades y desarrollar sus habilidades, y se ha configurado a lo largo de 2.500 años. Empieza en la Antigua Grecia con su filosofía y método científico, se mezcla con pueblos, razas, culturas y religiones diferentes con el Imperio Romano, unifica su religión al final del Imperio y principio del Medievo con la iglesia católica apostólica romana, asimila la libertad de religión después de millones de muertos en las guerras de religión europeas en los S.XVI y XVII, inicia el modo comercial y productivo capitalista con la nueva mentalidad protestante, separa la Iglesia y el Estado con las revoluciones liberales de los S.XVIII y XIX, conoce las dictaduras fascistas después de la Primera Guerra Mundial, y finalmente, aprende del fracaso del modelo liberal proteccionista y beligerante de los estados nacionales que provocó las dos Guerras Mundiales del S.XX, y, cede parte de su soberanía nacional en beneficio de organizaciones económicas y políticas supranacionales para garantizar la seguridad y la paz entre Estados. Todos estos acontecimientos históricos han configurado nuestra forma de pensar, de comunicar, de tolerar, de convivir, de organizar, de trabajar, de crear, en definitiva, lo que somos. Y por supuesto, otros devenires históricos seguirán modificando nuestra sociedad. Sólo la falta de un eslabón en esta cadena de acontecimientos, y Occidente sería diferente. Nuestra cultura asimila que el Estado es el único que ejerce la coacción y la fuerza, que la Justicia media y resuelve los conflictos y que la tolerancia hacia los demás beneficia la libertad individual.

Desde siempre ha habido intercambio cultural entre civilizaciones diferentes debido al comercio. Ese contacto modificaba y enriquecía a todos, el cambio era lento y natural. Pero, primero con el expolio de las materias primas y ahora con la globalización del capital y producción, los poderes económicos occidentales han alterado la permeabilidad natural entre civilizaciones, culturas y religiones. Pero como nuestra sociedad postindustrial occidental es incapaz de integrar a millones de nuevos ciudadanos inmigrantes, pues genera guetos de pobreza, y con la pasividad y abandono de los poderes públicos, genera focos de odio contra nuestro sistema. Además, a estas capas sociales externas se suman los trabajadores autóctonos excluidos por el modo de producción globalizado y la clase media que ve peligrar su bienestar, y entre todos forman un ejército de inadaptados e inconformistas que cuestionan el modelo occidental democrático. A este grave problema se suma otro no menos peligroso.

Los Estados también se estratifican en países ricos y países pobres, en países explotadores y países explotados. Estos bloques se agrupan y organizan para defender sus intereses económicos. En esta lucha por la supremacía mundial todo está permitido. Cuando a Occidente interesa, sabe torpedear palacios presidenciales, o armar una contra, o invadir, o devaluar monedas, o bloquear el comercio, o bloquear la venta de armas, o vender armas, o instalar dictadores, o instalar democracias sumisas. Los países perdedores coinciden en civilizaciones diferentes a la occidental. Todos radicalizan sus diferencias culturales y religiosas, unos como armas defensivas, y otros, como armas ofensivas. Estos países saben que no pueden desafiar a Occidente en una guerra convencional, pero sí en una guerrilla de desgaste y de terror en la población occidental. Muchos de estos países no conocen la separación Estado-Religión y administran la fe a sus súbditos como modo de aleccionar. Su mejor aliado es la población empobrecida y desarraigada de los suburbios occidentales, y de fácil adoctrinamiento de ideologías extremistas religiosas y nacionalistas.

            Esta guerra es una lucha económica de las élites, disfrazada de religión, intolerancia y racismo. Los paganos somos siempre los mismos, los ciudadanos de a pie de ambos bandos. Para superar esta etapa se impone añadir dos nuevos eslabones en nuestro ADN occidental: 1º.- Separación “Dueños del capital-Estado”. 2º.- Todas las religiones serán reguladas y administradas por el Estado, e impartidas por personal cualificado y autorizado. La religión que no se someta a la Ley será considerada secta, y por tanto ilegal. La única pretensión de este escrito es invitar a descubrir nuestros problemas para buscar soluciones.
           

Luis Perant Fernández