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Tren Turístico Limón Exprés (Benidorm-Gata de Gorgos). Ferrocarril Alicante-Denia.

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sábado, 27 de septiembre de 2014

CANDIDATOS


No me atrevo a felicitar a los candidatos socialistas a las primarias para la alcaldía de Alicante. Hay que tener mucho valor político para emprender esta aventura tan difícil en estos momentos de crisis económica. La mayoría de ayuntamientos están endeudados para muchos años, están en banca rota, sus competencias de servicios públicos y sociales están secuestradas por contratas privadas y su financiación depende de la voluntad política de diputaciones, comunidades autónomas y Estado. En la relación de Poder político, el ayuntamiento está en el último lugar. Sin embargo, mi apoyo es total a todos los candidatos porque los alicantinos merecemos salir de este infierno que nos ha metido Castedo y el Partido Popular. Como ciudadano quiero opinar sobre lo que espero del futuro alcalde/sa de Alicante.

No quiero promesas falsas, ni cuentos de hadas, ni soluciones infantiles y populistas. Quiero la verdad por muy cruda que sea. Sin dinero no hay nada, ni para gastos corrientes, ni para inversiones, ni para gastos sociales. Y el que venda fantasías, estará mintiendo. Entonces, ¿para qué elegimos a un nuevo alcalde? En primer lugar, el alcalde debe ser el alicantino más honrado y más trabajador de todos. Debe transmitir ilusión y defender su programa político por encima de su interés personal. Deberá luchar con todas las armas legales para que la financiación municipal se ajuste a las necesidades inmediatas y futuras de la ciudad, aunque tenga por rival a su propio partido en la Diputación, Valencia y Madrid. Necesitamos un alcalde con visión de futuro, que trabaje más allá de su mandato. Los grandes proyectos son ingratos porque se dilatan en el tiempo y los frutos los recogen las generaciones futuras. Además de las cualidades anteriores, apoyaré al candidato que se comprometa a iniciar la solución de una serie de problemas crónicos para que Alicante sea una ciudad dinámica y con calidad de vida para sus ciudadanos.

Empecemos a enumerar:
-La carretera N-332 debe desaparecer del centro de la ciudad.
-Las vías ferroviarias deben desaparecer del frente marítimo.
-Un bulevar urbano debe conectar la playa de San Juan con Urbanova.
-Peatonalizar al máximo el centro.
-Hay que terminar la Vía Parque hasta el aeropuerto.
-Hay que terminar la estación intermodal.
-Hay que empezar y terminar la Ciudad de la Justicia.
-Las cuatro circunvalaciones deben estar interconectadas estratégicamente para permitir las entradas y salidas de la ciudad sin atascos.
-Racionalizar, modificar y agrupar los polígonos industriales.
-Planificación de un transporte público acorde con las necesidades reales de desplazamiento de los ciudadanos en el Área Metropolitana de Alicante y no del beneficio privado.
-Erradicar toda actividad industrial contaminante del Puerto.
-Promover la construcción de un Puerto seco e industrial a las afueras de la ciudad, conectado por ferrocarril y carretera con el Puerto, Aeropuerto, red de autovías/autopistas y Corredor Mediterráneo.

            Lo dicho, suerte y que gane el mejor. Y el mejor no siempre es el más preparado, ni el que mejor habla, ni tampoco el más guapo. El mejor es el más honrado con el programa de su partido, con sus conciudadanos y consigo mismo.

Luis Perant Fernández


lunes, 28 de julio de 2014

PRIMER CENTENARIO


Hoy, 28 de julio de 2014 se cumple el primer centenario del inicio de la Primera Guerra Mundial. Mi Historia es totalmente diferente de aquella barbarie, sin nombres de emperadores, reyes, militares, políticos, ni tampoco fechas, lugares, batallas, ni siquiera países.




ESTACIÓN DE LA MARINA-ALICANTE
MI ESTACIÓN

sábado, 5 de julio de 2014

ESTADO, PARA QUÉ Y PARA QUIÉN.


El hombre tiene necesidades básicas como son la alimentación, el hábitat, la vestimenta, pero también la sanidad, la educación, la cultura, el ocio y el mismísimo “amparo espiritual”. El hombre no es autosuficiente, necesita a los demás para cubrir sus necesidades. Sólo por ese motivo, el hombre es un animal social y desde siempre, ha impuesto normas de convivencia para permitir esa vida en sociedad. El modo de producción de la sociedad  ha determinado su tamaño, su organización, sus normas, su modelo de Estado. Lo que hoy día conocemos por Estado deriva de las revoluciones burguesas y sus posteriores metamorfosis.

El Estado benefactor que conocemos hasta ahora nace después de la Segunda Guerra Mundial, y no por bondad de la clase dominante. Esa guerra fue una lucha a muerte entre dos modelos diferentes de Estado. Al final, el mundo anglosajón y sus aliados ganan la batalla gracias a la participación de todas las clases sociales. Al final de la guerra, “el sistema burgués” tiene que dar participación política a los movimientos de izquierdas, no por recompensa, sino por miedo. La revolución bolchevique aún estaba presente en los “bolsillos” de la burguesía occidental. La crisis económica de los años 20, la posterior época proteccionista y gobiernos fascistas, todo fue consecuencia del desastre que representó la pérdida de las inversiones occidentales en manos del Zar. Por ello, fue norma habitual que los vencedores estableciesen constituciones democráticas y sociales en los Estados del primer mundo. La finalidad principal del Estado moderno fue el desarrollo económico y garantizar el intercambio de necesidades, pero también proporcionar unos servicios públicos a todos los ciudadanos, oficialmente dirigidos a los más necesitados pero egoístamente para garantizar la paz social y la propia supervivencia del Estado liberal. El Estado es percibido por los ciudadanos como un invento del hombre para facilitarle la vida. Por tanto, no debe estar por encima del hombre, debe estar a su servicio.

Ese modelo de Estado noble se degrada con el paso del tiempo porque el temor revolucionario desaparece y la burguesía de los negocios nunca renunció a conducir el destino de su Estado liberal en solitario. Éstos confunden el funcionamiento del Estado con el de su Empresa privada. Pero la Empresa persigue el beneficio económico de sus propietarios, mientras que el Estado debe perseguir el beneficio social de sus ciudadanos. La finalidad de la Empresa no es la caridad, ni la del Estado el beneficio económico, aunque sí es condición de supervivencia para ambos, que la Empresa genere equilibrio social en su plantilla y el Estado, equilibrio presupuestario. Entonces, ¿qué falla en nuestro Estado de Bienestar?

El negocio del Estado es el más deseado por todos, es el mayor agente económico de la nación, el que más dinero genera y el que más gasta. Por tanto, los dueños del capital presionan constantemente a todas las instituciones del Estado para que los presupuestos, en lugar de dirigirlos hacia las necesidades de los ciudadanos, se dirijan hacia sus sectores empresariales. Ahora, el negocio perfecto es quedarse con cualquier servicio público, privatizar. En nuestro sistema político, el gobierno está legitimado para dirigir la política económica del Estado según su programa electoral o según le plazca. En nuestra democracia, los ciudadanos son libres para votar y también libres para dejarse engañar. Pero el problema se agrava cuando un gobierno temporal daña las estructuras del Estado con total impunidad, en connivencia con lobbies empresariales y financieros, y con el silencio de la oposición. Todo ello exculpado por las exigencias de arriba, antes las de Dios y ahora las de Bruselas.

Volvamos a lo simple. En un mercado estatal eficiente, el ciudadano abastece sus necesidades y vende capital, producción y trabajo. Si el ciudadano se abastece pero no coloca su mercancía, pues ese mercado es ineficiente. Ejemplo 1: un ciudadano elude el mercado estatal o global y se lleva su dinero a un paraíso fiscal. Resultado: menos dinero en circulación y menos servicios públicos. Ejemplo 2: un ciudadano no consigue vender su trabajo porque el Estado concede parte del mercado de producción a mercaderes externos sin contrapartida exportadora. Resultado: desempleo y pobreza. Ejemplo 3: un grupo poderoso altera el mercado. Resultado: un grupo débil siempre será perdedor.

Napoleón decía: “el Estado necesita dos ejércitos, el militar para repeler los enemigos de fuera y el de funcionarios para mantener a raya a los de dentro”. El poder temporal aleja al Estado del Derecho Administrativo, cuya finalidad es proteger el interés público, y despide libremente a los funcionarios, precisamente quiénes están encargados de vigilar a los gobernantes de turno. El Estado ineficiente fomenta el desprecio de los ciudadanos hacia las Instituciones. Mal vamos.

Luis Perant Fernández