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Tren Turístico Limón Exprés (Benidorm-Gata de Gorgos). Ferrocarril Alicante-Denia.

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miércoles, 7 de septiembre de 2011

POLÍTICA PLATÓNICA EUROPEA.


          Estamos constantemente bombardeados por miles de noticias sobre la crisis. Esa información negativa entra en nuestro subconsciente, bloquea nuestra mente, condiciona nuestro estado de ánimo, nuestra visión del mundo y también nuestras reacciones ante los retos de la vida cotidiana. Esta crisis económica terminará por dejar secuelas psicológicas a toda una generación. El desconcierto en la población es inmenso, los ciudadanos desconfían de sus políticos y de sus instituciones. Entiendo la apatía de todos aquéllos que están sin trabajo y en situación precaria, pero yo me resisto a aceptar que esos “mercados” vayan a tirar por la borda el sacrificio de millones de hombres y mujeres que dieron su vida para conseguir una sociedad más justa.

            El Estado nacional occidental del bienestar, como lo hemos conocido hasta ahora, está en crisis, tiende a desaparecer, ha sufrido una usurpación de poderes y funciones que han sido trasladados hacia la Unión Europea. La mayoría de ciudadanos dieron su consentimiento a este cambio, unos porque vieron el final de conflictos armados entre europeos, y otros, porque vimos una oportunidad para equipararnos a un bienestar europeo, supuestamente superior. Pero con esta crisis económica, muchos ciudadanos ponen en duda la capacidad de la Unión para superar esta situación.

            La Unión Europea cede soberanía a los “mercados” y obliga a los estados miembros a llevar a cabo reformas laborales, financieras, económicas, tributarias y constitucionales, cuando en realidad lo que necesita son reformas políticas para controlar la economía especulativa y ejercer de Estado de la Unión. La Unión Europea no debe estancarse con la Unión Monetaria. Tiene que seguir un proceso abierto, dinámico y participativo para culminar en un Estado Europeo, con su sistema político y su descentralización administrativa, o sea, su Constitución democrática que establezca las reglas de juego político, económico y social. Las actuales instituciones europeas, no democráticas, deben desaparecer para dejar paso a un verdadero Gobierno europeo.

            Antes del ingreso en la Unión, el Gobierno de España emitía deuda pública, a través de los bancos y cajas, para financiar las inversiones públicas. Las empresas y particulares compraban esos Bonos del Tesoro al tipo de interés estipulado por el Banco de España. Pues bien, ahora este proceso cambia y los Estados miembros tienen que acudir a los “mercados” en busca de financiación. No sin antes encomendarse a Dios para que la prima de riesgo, asignada por “no sé quién”, no sea mayor que la del vecino. Ninguna voz crítica y autorizada es capaz de denunciar la dependencia de los ciudadanos europeos de los mercados capitalistas privados.

            El Gobierno de la Unión Europea debe plasmar su poder político y económico en los presupuestos anuales de la Unión. Y el Banco Central Europeo tendrá que actuar como un Banco nacional tradicional, es decir, velar por el cumplimiento de ese presupuesto, abastecer de euros el sistema económico y emitir la deuda pública para financiar todas las políticas, inversiones y gastos públicos. En todo caso, la Constitución Europea nunca deberá prohibir el endeudamiento público ya que sería subordinar el poder político al poder económico. Es lo mismo que decir, que la soberanía europea no reside en el pueblo europeo, sino en una oligarquía financiera. Es lo que ocurrirá en España con la modificación de la Constitución.

            Aquí en España construimos la casa por el tejado. Como somos los hermanos tontos de Europa, pues obedecemos todas las imposiciones de Bruselas y de los “mercados”, incluida la reforma de la Constitución. Claro que es necesaria una reforma constitucional, pero en todos los países de la Unión, para que permita el siguiente paso hacia la Constitución Europea.  Y mantengo lo de tontos, de lo contrario no tendríamos una tasa de desempleo que dobla la del resto de los países de la Unión.