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Tren Turístico Limón Exprés (Benidorm-Gata de Gorgos). Ferrocarril Alicante-Denia.

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miércoles, 24 de noviembre de 2010

¡DESPUÉS DE SEÚL Y LISBOA, QUÉ!


Para todos aquellos que han perdido su trabajo, o que han cerrado su negocio, posiblemente no les interese para nada la reunión del G-20 en Seúl, ni la cumbre de la OTAN en Lisboa. Pero nos guste o no, si queremos especular sobre nuestro futuro, tenemos que interpretar ambos acontecimientos. Sigo pensando que la crisis económica es consecuencia de la crisis de liderazgo político-militar de Occidente. Creo que esta visión sale reforzada después de Seúl y Lisboa.

Si recogemos las conclusiones oficiales del G-20 en Seúl, todo va bien, no habrá guerra de divisas, el FMI se reforma para dar más peso a los países emergentes y la reforma del sistema financiero se basará en el acuerdo de Basilea III. Además, los acuerdos alcanzados se aplicarán de manera progresiva entre 2013 y 2019 para no entorpecer la recuperación económica (¿?). Y para reforzar este optimismo, la siguiente cumbre del G-20 a celebrar en Francia será dentro de 12 meses y no de 6 como venía siendo habitual hasta ahora.

Las conclusiones de la OTAN en su reunión de Lisboa son igualmente triunfalistas. Se acuña el nuevo “concepto estratégico” de la OTAN en una asociación de la ONU, la UE y Rusia. El acuerdo más importante es el compromiso de estudiar el escudo antimisiles (¿?). La alegría ha durado escasamente una semana. En lo económico, la UE y el FMI intervienen la economía de Irlanda, en lo militar se produce el mayor incidente armado entre las dos Coreas y en lo diplomático, China y Rusia sellan en San Petersburgo acuerdos comerciales, económicos y militares, y afirman que la cooperación entre ambos contribuye a mantener el equilibrio de fuerzas en el mundo. Por mucho que especulemos sobre el futuro, la realidad supera la ficción, las dos cumbres han acentuado el declive de Occidente.

China es la gran triunfadora, su victoria no es fruto de dos cumbres sino de políticas planificadas a largo plazo. China supo abrirse a Occidente lo justo para atraer capitales y exportar sus productos, pero sin ceder su soberanía, ningún país se ha atrevido a sancionarla por no respetar los derechos humanos y la democracia. ¿Igual que Cuba, verdad? Su diplomacia ha sabido tejer una red de intereses económicos y militares afín a los suyos. Mientras la UE y el FMI rescatan la economía griega a alto precio, China compra deuda griega porque dice confiar en el peso de su marina mercante y en su situación estratégica. China también se expande en África, en el último año firmó acuerdos con 35 países. Otros países emergentes como la India, Brasil y Rusia se refugian detrás de ella en las cumbres del G-20. China ha conseguido acaparar el 30% de las reservas de divisas mundiales y, por supuesto, sabe debilitar el bloque occidental, la especulación de mercados no la contagia. Otra preocupación para Occidente es la formación de un bloque militar liderado por China. Un distanciamiento de Turquía con Israel y EE.UU es rápidamente aprovechado para un acercamiento de China. El petróleo de Irán es moneda de cambio para la cooperación y asesoramiento militar chino, Venezuela y otros países anti sistema están al acecho para formar parte del club y Corea del Norte sigue siendo su aliado natural.

En definitiva, China lidera la economía mundial, desafía las políticas del FMI, obliga a EE.UU a devaluar indirectamente el dólar y aísla la UE con sus especulaciones de mercado. Para dar credibilidad a su poder económico, su poder militar tiene que estar a la misma altura, y lo está gracias a su diplomacia milenaria. Mientras tanto, la Unión Europea cede soberanía a los “mercados” y lleva a cabo reformas laborales, cuando en realidad lo que necesita son reformas políticas para controlar la economía especulativa.

Fdo.: Luis Perant Fernández



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